viernes, 10 de diciembre de 2010

CUENTO DE NAVIDAD.


En el hueco de la escalera, existe una puerta, es una puerta mágica, pero de las de verdad, solo tienes que abrirla con los ojos llenos de inocencia y de imaginación, el corazón lleno de Paz y la alegría del que sabe que algo nuevo pasará al abrirla y ocurrirá el milagro de la Navidad.
Cada año, cuando la Navidad se acerca los niños de la casa, andan alborotados, son muchas emociones juntas y es difícil de digerir en sus pequeñas y juguetonas cabezas.
Están impacientes esperando las vacaciones, ilusionados con la llegada de los que el resto del año viven fuera, y en casa un continuo ir y venir de cosas.
Aparece el ansiado árbol y sus bolas, cintas… tan brillantes y llenas de coloridos que mamá apila en cajas para que todos participen en la decoración.
Los abuelos montan el belén y tiene agua de verdad, ocupa la mesa grande del salón y también están invitados a ayudar.
Durante el resto del año está todo el mundo muy ocupado para reparar en la puerta del hueco de las escaleras y como la abren sin que les acompañe el espíritu de la Navidad, lo que suelen encontrarse es con la lavadora y los productos para la misma.
Lo que, parecen olvidar es que detrás de sea lavadora existe todo un mundo Fantástico, es por esta puerta por donde salen los Reyes Magos para dejar sus regalos.
Todos consiguen olvidarlo y solo lo recuerdan cuando la casa se ilumina con estrellas, ángeles, portalitos...
Y huele a limón y canela, porque la Navidad huele y sabe, es un olor que si pones atención no tiene el resto del año y sus sabores también son muy especiales, es cuando preguntan impacientes saldrán los Reyes por esta puerta,"¿no mami?" Y como su madre inventó una historia para ellos, piden que se la cuente de nuevo.
Pero me fui de la historia, quería deciros que todos se olvidan lo que se oculta detrás de la puerta, todos menos uno la hija de Cristina que siempre está pendiente de aquella puerta. Natalia ,que es su nombre, no suele comunicarse con los demás, como lo hacemos todos o casi todos, pero en muchas ocasiones, después de estar horas mirando la puerta, su madre la ha visto sonreír e incluso hablar muy bajito y al lavar su ropa ha encontrado polvos de oro entre los bolsillos de sus abrigos y un ligero aroma a incienso deja tras su paso, cosa que a su madre llama mucho la atención, pero mientras su Hada de alas rosas sea feliz ella hará de sus días una auténtica Navidad.

Si estamos atentos veremos que por cualquier puerta de nuestras casas vive durante todo el año la auténtica Navidad, hagamos que su espíritu no muera para disfrutar su espíritu cada día de nuestras vidas.

Un beso para tod@s y uno muy especial para Natalia “Princesa de las Alas Rosas”(el nombre de su blog).

jueves, 2 de diciembre de 2010

MANUAL DE HADAS.

Hoy os voy a contar los lugares favoritos donde podeís encontrar Hadas, eso si, si teneís, tiempo, ganas y mucha paciencía,
estas son las tres armas que nunca fallan.

Pues bíen. Tras mucho observar, he llegado a la conclusión de que las capas de los árboles son uno de los lugares preferidos por las Hadas para vivir y he descubierto que las capas de los robles son las que gozan de mayor popularidad.
Los poderosos robles viven cientos de años y han dado cobijo a muchas generaciones de Hadas.
Las Hadas necesitan que sus casas estén bien acondicionadas, y un hueco en un viejo tacón ¡puede trasformarse en la vivienda perfecta!.

Cuando pases cerca de un suelo de madera fijate bien en los nudos que la forman pues con frecuencia las hadas los convierten en las entradas a sus casas.

Recuerda no dejes de asomarte a los agujeros de los árboles seguro que con las armas arriba mencionadas algun día veras un Hada.

Para mi Amigo Gala
Mi actor favorito, escritor de novelas llenas de misterio y fantasia
cantante de noches de estrellas fugaces y lunas naranjas
A mi Amigo del alma de estudios, de compartir bocatas y problemas de matematicas
De risas sinceras y como si de un fantasma se tratará aparecer siempre en el momento que más lo necesito.
A ti Amigo de la A hasta la O, solo decirte Te Quiero
besos Nati.

Te dedico el Hada de la Navidad.

lunes, 29 de noviembre de 2010

CUMPLEAÑOS DE MI HADA.

Hoy rompo por vez primera las reglas que yo misma puse en mi blog de no subir nada que no fuese un cuento.
Y lo hago por tratarse de una cosa muy especial para mi, como podreís imaginar tod@s.
Es el Cumpleaños de mi Hada Especial, mi hemana Pilar, si, si su blog:"LAS MINIS DE PILAR".
Así igual que en la imagen que acompaña esta felicitación, es como te veo, con tu merienda y tus libretas camino de casa volviendo del colegio.
Es una forma de verte muy especial, pero siempre te he visto así.
Hoy todos los cuentos del mundo me vienen a recordar lo especial que eres y lo importante, no solo por ser tu cumpleaños, me lo recuerdan y lo hacen cada vez que abro mis ojos a un nuevo día.
Hermana si pudiera inventar palabras, inventaría muchas para ti.
Si pudiera cantar, cantaría bellas canciones para ti.
Si pudiera hacer magia haría, un mundo magico para ti.
Pero tu, bien sabes lo que puedo hacer y lo que no, por eso me ofrezco feliz para ti.
Que todos los seres magicos del mundo te dén , Paz y Felicidad.
Te Quiero Hermana.
Nati.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

EL ÁRBOL DE LOS DESEOS


Era una tarde de otoño, casi se estrenaba esta estación tan romántica para algunos y tan melancólica para otros.
La tarde pasaba con normalidad, con la normalidad de todos los que se sienten normales.
En la mesa del comedor humeaba el té de la sobremesa y los niños jugaban fuera, la música sonaba de fondo, y solo uno de los que allí pasaban la tarde pudo darse cuenta que tras la ventana de la habitación verde, un naranjo amargo mecía sus ramas a merced del viento como si quisiera decirle algo. Sus naranjas ya muy maduras cubrían toda la tierra que le rodeaba
Paul siguió mirando por la ventana hasta que decidió salir a mirar más de cerca aquel naranjo. Las hojas blancas de un gran árbol cercano caían sin cesar inundándolo todo, daba la sensación de estar nevando. El viento de otoño transporta aquellas pequeñas florecillas esparciéndolas por todo el campo como si estuviese cubierto por un gran manto blanco.
La tarde era fría y el viento no era agradable y Paul decidió volver a la casa con los demás pero ya no pudo dejar de mirar por la ventana.
Pasó una semana hasta que Paul volvió al campo pero durante la semana no pudo quitarse ese árbol de la cabeza.
Ese día no se paró en la casa y se dirigió directamente hacia el naranjo. El viento no soplaba pero el naranjo mecía sus ramas como días anteriores, cosa que inquietó a Paul.
Decidió quedarse junto al naranjo y cuando quiso darse cuenta estaba abrazado a él, sentía como la sabía recorría todo su cuerpo, como si se creara un vínculo entre los dos.
Paul pensó guardar el secreto, nadie creería que un árbol era desde ese instante su mejor amigo y que podía hablar con él.
Hombre y árbol sentían una unión tal que cuando Paul tenía problemas el árbol languidecía, y cuando el árbol estaba en toda su plenitud Paul era realmente feliz.
Un día Paul deseaba que su gran sueño se cumpliese cuando una hoja del naranjo cayó en sus manos sintió que su deseo sería concedido. ¡Aquél era un árbol de los deseos!, siempre escucho hablar de ellos pero jamás pensó encontrar uno.
Claro que lo que Paul no sabía es que los árboles de los deseos no se encuentran, son ellos los que te encuentran a ti.
Desde ese día árbol y hombre nunca se separaron, aunque Paul viajara por todo el mundo como siempre soñó una parte de él siempre lo acompañaba y Paul se sentía feliz y seguro.

Todos los árboles tienen una misión, y si estamos atentos nos ocurrirá como a Paul, seremos los elegidos.

Para mi madre política, la rama más importante de mi árbol genealógico.
Te Quiero como una hija quiere a su madre o como imagino que lo haría ya que nunca tuve esa Madre que todos tenemos porque la vida se las llevó. En su lugar te puso a ti que junto a tu hijo y a tu nieto sois mi verdadera familia.
Besos desde el Alma Nati.


jueves, 18 de noviembre de 2010

HAIKU.

Hola amig@s, debido a la cantidad de amig@s que me han preguntado por el tema de los Haiku y por ser yo misma la que no sabia la respuesta, hoy me he informado bien sobre ellos y aquí traigo las explicaciones que creo nos sacaran a tod@s de dudas, pues para tod@s vosotr@s :

El haiku consiste en un poema breve de tres versos de cinco, siete y cinco silabas respectivamente.
Es una de las formas de poesia tradicional japonesa más extendidas.

Otra definición es:
El Haiku es una de las formas más bellas de la literatura japonesa. se trata de un poema corto de diecisiete sílabas, distribuidas en tres versos. Alcanzó su forma actual a finales del siglo xv y debe su nombre al poeta SHIKI(1867-1902) su relato es descriptivo...


Espero que ahora si tengamos tod@s claro que es un Haiku.
Un placer poder daros esta pequeña explicación besos a tod@s Nati.

martes, 16 de noviembre de 2010

Poema


No busques
muy lejos
no es más
que un rumor,
encontrarás
un Hada donde
haya una
flor...

viernes, 12 de noviembre de 2010

LA TÉMPERA Y EL PINCEL.


Grandes cuadros pintaban la témpera y el pincel .
Una mañana apareció derramada.
Oh!,que podré hacer desencajada, gemía la tempera.
El pincel, le dijo: no llores que te vas a aguar, terminaremos el lienzo, antes de que te seques; yo te recogeré del suelo.
Y así pintaron tan bello cuadro.
Todos mis cuentos, mis palabras de amor, van dirigidos y dedicados a todos ustedes mis seguidor@s, amig@s, herman@s, padres, madres, abuel@s, y demás familiares,para l@s hij@s nacidos y los que nacerán,y a los no nacidos.
Para tod@s l@s que llegaron, para l@s que llegaran, para l@s que se quedaron, para l@s que se marcharon, para l@s admiradores y para l@s admirados, para l@s que rechazan, para l@s enemig@s, para tod@s l@s que pasaron y l@s que quedan por pasar.
Hoy quiero dedicaros, todo mi trabajo porque de una manera o de otra, sois l@s responsables de que esta loca aventura mía llamada CUENTOS, sean escritos.
GRACIAS por formar parte de todo esto, sin vosotr@s no hubiese sido posible.
Algún día podre dedicaros un@ a un@ un cuento, pero mientras eso ocurre por favor permanecer a mi lado.
Os Quiero A Tod@s un Montón.
Besos NATI.

martes, 9 de noviembre de 2010

EL LLANTO DE UN HUEVO.


Un huevo lloraba desesperado delante de una sarten, cuando una voz tranquilizó al pequeño diciéndole: " eres muy chiquitin para alimentar al señor", anda no llores que Alfoso te va a llevar con tu mamá hasta que séas un lindo pollo...
Este micro-cuento quiero dedicarselo con todo mi cariño a mi Amiga Eva Talamaru, a la que much@s de ustedes ya conocen.
Ahora está un poquito pachuchina y espero que este cuentito escrito y dedicado desde el alma la alegre un poquito.
Para ti Eva amiga querida en la distancia que en breve será muy corta.
Besos de tu Amiga Nati.

jueves, 4 de noviembre de 2010

JUGANDO A TOCAR.


Las cuerdas juguetonas no dejaban que el violín diera sus notas
a tempo
y el violín irritado crujía sus maderas enfadándose con ellas.
Estaba preparado, brillante y bien tensada las cuerdas, era el gran día "El concierto de Navidad", pero en el ensayo las cuerdas volvieron a saltar, el violín comenzó el concierto tembloroso y al llegar al solo, una gran ovación se escucho en el gran teatro.
El violín saludo emocionado y se apartó para que todos pudieran ovacionar a sus cuerdas.
Este micro-cuento quiero dedicárselo de una forma muy especial a una amiga que poquito a poquito ha ido entrándose en mi corazón de puntillas, casi sin darme cuenta pero cuando he podido hacerlo he comprobado que la quiero de verdad, como se quiere cuando solo tienes dos o tres años con la edad de la inocencia.
A mi amiga Roos con todo mi cariño.
Gracias por estar siempre ahí, Te Quiero. Nati.
Su blog se llama: "BijouxRoos", entrar a conocerla es una maravillosa persona y no tardareis ni un segundo en quererla.

martes, 2 de noviembre de 2010

ESPERANDO ABRIL.

No tengo prisa te espero de píe en el umbral
haremos un nido donde vivir.
Siempre esperando Abríl.

A mi hijo Javier el amor de mis amores,
la personita más importante, que un día decidió vivir en mis entrañas
y consigió que me enamorara de él y que mi vida
cambiara tanto, tanto que sin él nada de esto tendría sentido.
Tu mamá Nati, que daría su vida por ti.
Te Quiero.

viernes, 29 de octubre de 2010

ABRIL.

Siempre nos
queda Abril, nació un niño en una montaña Añil, para llenarle el corazón
todos querían romper el amor entre el niño y el Angel
eran hermanas siniestras disfrazadas de amigos.
Pero ell@s tenían Abril.
El Angel pidió un permiso especial para poderse quedar, aunque el tiempo vino a demostrarles
que el niño era más protector que el propio Angel´

A mi Amado, compañero, amigo, al ser que Dios me regaló una mañana de Abril, envuelto en una montaña Añil y salpicado con polvos de estrellas.
A mi Esposo Javi, el amor de mi vida y a la persona que más amo
Tu compañera Nati. besos,

lunes, 25 de octubre de 2010

ILUMINANDO AMOR.


Iluminaba los más bellos baíles y las noches de amor,
pero una sola noche, tan solo una le quedaba y quería que fuese especial y lo fué.
Fué encendida para una larga velada.
Hasta que su ultima gota de cera, apagó su corta mecha.
Para mi amigo Pedrete, por su dulzura, su saber estar y por ser AMIGO.
Te Quiero Mucho.
Besos Nati.

martes, 19 de octubre de 2010

TARDES DE MATE Y CUENTOS / Mario Benedetti: Desde el alma (vals)#links#links#links

TARDES DE MATE Y CUENTOS / Mario Benedetti: Desde el alma (vals)#links#links#links

PONGO.

Vivia en la oreja de Pongo un Mastín de la alta sociedad, vivía muy cómodo entre tan largo pelo
y conocía lugares excitantes que una pulga no podría llegar a soñar.
Para alimentarse, tenía los perros de la ciudad... aprovechaba el baño de Pongo, para ir a visitarlos.

Este micro-cuento, quiero dedicarselo a mi amiga Paki que desde el día que la conocí nunca a dejado de estar siempre ahí, cuando la necesito siempre la encuentro igual que a la mayoría de tod@s ustedes.
Paki espero que te guste, recuerda que siempre te llevo dentro.
Besos Nati.

sábado, 16 de octubre de 2010

abedul


lO QUE USTEDES VAN A LEER DURANTE AL MENOS OCHO SEMANAS, SERÁN UNOS MICRO CUENTOS QUE SUBIRÉ CADA SEMANA Y QUE IRÁN DEDICADOS A PERSONAS MUY ESPECIALES PARA MÍ.

Y SIN HACERLES ESPERAR MÁS ESTA SEMANA EMPIEZO CON:



A B E D U L





Había sido una de las hojas más bellas de aquél Abedul, pero el paso del tiempo hizo que llegara el otoño y que cayera, todos la pisaban y sintió que ya no servía para nada.

Un joven que leía se sentó en el camino y la tomó entre sus manos suavemente, la colocó en su libro, ahora viviría entre otras hojas y no quedaría olvidada.



Con todo mi cariño para mi amiga Beg.

Besos Nati.

sábado, 2 de octubre de 2010

La Visita de Clara


Ella siempre peinaba su melena antes de irse a dormir, porque así se lo había enseñado su abuela y para ella su abuela era lo más importante.
Esa noche Lía sentía un cosquilleo en su estomago y una inquietud por todo su cuerpo, tenía un presentimiento pero no quiso contarlo, igual se cumplía y con esa sensación de que algo hermoso le traería el nuevo día se fue a dormir.
Con los primeros rayos de sol, Lía bajó a desayunar, las tostadas de su abuela habían abierto su apetito.
Una vez acabada las tareas de la casa cogió un cesto y se fue al bosque a coger manzanas para hacer un pastel, no había recogido ni medio cesto cuando un pellizco en su corazón hizo que se girara y un grito ilumino su cara.

-"¡Clara!", grito dejando caer el cesto echando a rodar las manzanas que quedaron junto al cesto a merced del sol y del viento.
Las dos amigas no podían separarse ni dejar de abrazarse, había pasado una eternidad desde la última vez que compartieron un verano Mágico y tenían muchas cosas que contarse.
Entre risas, abrazos y juegos llegaron a la casa de la abuela de Lía que se llevó una gran alegría.
Las dos amigas subieron a la habitación de Lía que aún conservaba las dos camas del pasado y entre canciones y recuerdos de aquél maravilloso verano, acomodaron el equipaje de Clara.
Entusiasmadas en los recuerdos estaban, cuando el olor a comida, las invitó a bajar y ayudar a poner la mesa.
Clara traía un montón de dibujos y fotografías de sus queridas Hadas que extendió por toda la cama y que Lía boquiabierta comenzó a ver y a escuchar las historias que Clara le contaba de casi todas de ellas.
Cuando Clara más entusiasmada estaba contado todas sus vivencias con las Hadas, sin saber por qué recordó a Rufo el gato de la abuela, los ojos de Lía se entristecieron, aunque ya se lo había contado en una de sus cartas, comenzó a contárselo entre lágrimas, recordó lo mal que lo habían pasado y sobretodo la abuela, y limpiándose las lágrimas le dijo a Clara pero hablemos de las Hadas.
Esa noche iba a estar despejada y Lía cuando vio tanto instrumental ya estaba impaciente por que llegara la noche, y aunque ya eran mayores y se les permitía salir con libertad, querían hacerlo como cuando solo eran unas niñas, y tenían que esperar a que todos se durmieran para poder salir a escondidas, algo que las mantuvo inquietas durante toda la cena.
La abuela después de hacer un ratito unas de sus aficiones más relajante para ella, como era el punto se retiro a descansar.
Clara y Lía comenzaron a prepararlo todo.
-"Mira Lía", dijo Clara, "estas lupas las he utilizado siempre para ver las hadas de los pantanos, son muy difíciles de ver, con esta caja una vez conseguí meter un Hada de Cristal", Lía no podía creerlo, "pero volví a dejarla salir, eso sí, antes pude fotografiarla con mi cámara de los deseos, ya te conté que su imagen aparece en el papel si llevas buenas intenciones con ellas. Recuerda antes de irnos que las Hadas son seres Mágicos y que solo dejan ser vistas por corazones puros y almas blancas, una vez todo claro y los materiales bien controlados", comenzaron la escapada, como cuando eran niñas.
La ilusión les invadía todo el cuerpo y en sus mentes solo tenían sitio la esperanza de visualizar una hermosa Hada, esa hada sería su Hada Madrina y siempre tendría un vínculo entre las dos, aunque estuvieran separadas en cuerpo por la distancia.
Caminaban en silencio por el páramo con todo el instrumental, bajo la luz de las estrellas, el olor a tierra mojada era cada vez más intenso el lago estaba cerca. Se sentaron en un pedrusco a descansar, pues el lago estaba lejos de la casa.
Descansando se encontraban cuando un ala revoloteó y se entro dentro de un árbol hueco, cogieron las linternas y muy lentamente miraron dentro de él pero no vieron nada.
Lejos de desilusionarse, comenzaron a reír y siguieron buscando, tras las flores, bajo el trébol, bajo las hojas secas…
Pero nada, cogieron el instrumental y comenzaron el camino de vuelta a casa.
Muy entusiasmadas iban las dos cuando una luz las paralizó, las paralizó por lo hermoso de su belleza, ninguna de las dos habían visto algo así en sus vidas, siguieron la luz y Clara sacó la cámara y fotografió lo que creyó ser algo Mágico , con el resplandor de la cámara la luz desapareció. Clara y Lía corrieron para ver que se había plasmado en el papel, después de preparar la película y dejar secar el papel, decidieron irse a dormir.
A la mañana siguiente después de desayunar, corrieron a ver la fotografía, pero algo había ocurrido todas sus fotos estaban en negro, la abuela había entrado en el baño de arriba y la luz veló todo el trabajo de Clara y Lía, pero como estaban juntas no podían enfadarse pero tenían que reconocer que pena si les había dado.
Ese día decidieron pasarlo con la abuela y al atardecer, hicieron una de las tertulias que tanto le gustaban a la abuela, en el porche de la casa, contando viejas historias entre limonada y galletitas de chocolate.
La abuela contaba viejas historias, Clara se mecía en el balancín y Lía acariciaba a su gato, de repente la abuela se durmió y Clara comenzó a cantar su voz era la de un Ángel. La abuela abrió sus ojos pero habían enmudecido y fijaron sus ojos en Clara.
Clara les explicó que desde hacía un tiempo tomaba clases de canto en el conservatorio de su ciudad y esa era la sorpresa que les tenía preparada por que por carta nos les podía cantar.
En esos momentos Lía lo vio claro, ella era un Hada, era su Hada, su Hada protectora, por eso junto a ella nunca podía encontrar a su Hada madrina y por eso ponía la escusa de ser mayor para poder visualizarlas pero decidió no decir nada.
A la mañana siguiente se marchaba en el primer tren y decidió regalarle a Lía todo su instrumental, fotos y apuntes con los dibujos que aun guardaba.
Después de acompañarla entre abrazos y lágrimas, Clara le dijo: "no llores dulce Lía, siempre viviré en tu corazón" y Lía lo entendió por primera vez.
Había pasado un tiempo de su marcha cuando asomada a su ventana escuchó una canción que un día le paralizó en el porche de la casa y Lía sonrió, sabía que era Clara.
La soledad no está en la distancia, está solo en nuestro corazón.
Si amamos de verdad y nos sentimos amados no habrá lugar en nuestro corazón para la soledad.

A mi hermana Pilar, el Hada que un día inundó mi corazón y me calideció el Alma con su dulce voz.
Te dedico hasta ahora la trilogía de Clara, por todo lo que me das y lo que me enseñas y por hacer que en mi corazón no quede sitio para la soledad.
Te Quiero hermana, gracias por ser tan maravillosamente Mágica.
Tú hermana Nati.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Ganad@r de Amador


Este final es el más me ha llamado la atención, por ser totalmente diferente a los demás, es de mi amiga Colores.
Tengo que deciros a todos los que habeís subido vuestros finales que todos teneís una imaginación envidiable y que no creaís que la decision a sido fácil, pero como solo uno es el que puede quedar, espero que mi decisión os parezca la correcta y justa.
Un beso para todos y muchas gracias por vuestra colaboración.

Y a ti amiga Colores enhorabuena y espero que sigas escribiendo, el mundo de los cuentos necesita gente como tu.
Besos Nati.

¡Vaya problema que tenía Amador! Estaba convencido que salvo que encontrara un remedio mágico, nada podría hacer para llegar a tiempo a su tan ansiada clase de baile con su Manuela.

El caso es que pensaba y pensaba y nada se le ocurría para ser más rápido en entregar su paquete, ya que por la hora que era, el bosque estaba muy sólo.

No había remedio, su obligación de entregar el paquete era (aunque para su gusto no) más importante que su clase de baile. Así que como un conejo maduro que era pensó que Manuela que era una coneja muy, pero que muy inteligente y responsable, estaría orgullosa de él aunque llegara tarde a la clase si era por una causa justificada.

Así que con ese pensamiento se dispuso camino a su destino para entregar el paquete.

Llegó, entregó el paquete y justo cuando lo dejó, miro su reloj y ya era la hora del comienzo de la clase y ahor le quedaba la vuelta, al menos tres cuartos de hora y la clase de baile era de media hora. Sí media hora sólo porque las clases de baile de los conejos son siempre de media hora desde que se inventaron.

Manuela dió sola la clase de baile sin su pareja, el profesor aprovechó la clase para ser la pareja de baile de Manuela y enseñar unos nuevos pasos a los alumnos. Manuela estaba encantada, ella estaba siendo la protagonista de la clase gracias a que su Amador no había llegado. Ella sabía que nunca faltaba Amador a las clases así que si ese día no había llegado sería por algo importante así que disfrutó de su especial clase de baile con su profesor, siempre pensando en contarselo a Amador lo bien que se lo estaba pasando.

Terminó la clase, eran ya las 7 de la tarde y de noche porque era invierno y Amador seguía sin dar señales de vida.

Manuela decidió esperar un poco an la puerta de la academia a ver si llegaba Amador y al ratito se oyó a lo lejos la voz de un conejo cansado de correr "!Manuelaaaaa!".

Inmediatamente reconoció Manuela esa voz y se dirigió corriendo hacia Amador. Ambos se fundieron en un abrazo y él le contó el motivo de no haber llegado a tiempo y ella tan orgullosa de su conejo responsable le contó su especial clase de baile mientras paseaban bajo una noche muy estrellada.

Desde ese día comenzaron a ahorrar para comprar una conejomoto para que siempre llegara a tiempo Amador a su clase de baile.

Al poco tiempo, ya con su conejomoto Amador siempre llegó puntual a su clase con Manuela.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Las hadas de los bebés


Ellas jugueteaban siempre entre polvos de estrellas y polvos de talco mezclados y esto se debía a que siempre estaban entre bebés.
Cada vez que un niñ@ nacía en el país de las hadas, sonaban unas campanitas anunciando la buena nueva.
La reina de las hadas era la encargada de designar a las hadas con los bebés nacidos para que los protegiesen el resto de su vida.
Pero ocurrió una vez que nacieron gemelos y el hada encargada de cuidarlos y protegerlos, estaba agotada nunca pensó que tuviese tanto trabajo con aquellos niños, tan inquietos, traviesos, y juguetones…
Tanto trabajo le daban que descuidó por completo su aspecto físico, algo que siempre la había caracterizado por su bella melena ahora desgreñada, sus vestidos maravillosos que ahora no lo eran tanto, se olvidaba de rellenar su bolsita de polvos de estrella, a veces no recordaba dónde había dejado su barita mágica, algo peligroso si la cogían los gemelos, tan estresada estaba que decidió ir a hablar con la reina de las hadas.
Cuando pudo atenderla tuvieron una larga conversación, y el hada salió muy contenta y reconfortada. Lo primero que hizo fue volver a preocuparse de su aspecto físico, de su gran melena, sus lindos vestidos, descansar lo suficiente para tener la energía necesaria para aguantar las largas jornadas que le esperaban con los pequeños.
Y toda emperifollada y muy contenta se marchó al parque donde los niños pasaban las tardes, pero una sorpresa no muy grata la esperaba.
En su ausencia un ser maravilloso, grandioso, perfecto con una dulce voz muy cristalina y algo muy curioso tenía dos alas blancas en su espalda de un blanco cegador, lo llamaban: Ángel y había ocupado su puesto.
El hada muy decaída y triste se apoyo en un poyete que había en el parque de donde salía una linda flor que meciéndose con el viento no tardó mucho en acariciarle la cara y susurrándole le contó todo lo ocurrido.
Y siguió diciendo, si te acercas y le pides que entre los dos cuidéis de los niños seguro que te dice que sí.
El hada algo tímida se acerco a aquel ser grandioso que desde entonces comenzaron a trabajar juntos.
Por eso hadas y Ángeles cuidan de nuestros bebés desde entonces.

Y es que hasta los seres mágicos necesitan ayuda de vez en cuando.
Con mucho cariño para mi amiga Blanca que tanto adora a los Ángeles y para todos los que aman a los seres Mágicos.
Con cariño Nati.

sábado, 11 de septiembre de 2010

UN JUEGO.

Querid@s amig@s tod@s, os propongo un juego.
Hace un tiempo atrás ya lo hicimos y gracias a tod@s vosotr@s tuvo mucho éxito y espero que esta vez os haga la misma ilusión que en la vez anterior.
El juego se trata de terminar el cuento que abajo yo comienzo.
Me encantaría que participaseis tod@s , mientras más mejor.
Pues esperando vuestros finales con mucha ilusión y cariño por tod@s vosotr@s.
El más votado será publicado...
Un beso desde el alma Nati.

El comienzo de este cuento-juego está justo debajo de esta entrada Gracias.

AMADOR EL CONEJITO REPARTIDOR.

Amador andaba muy nervioso aquella mañana porque tenía que entregar un gran regalo en una dirección muy etraña.
En realidad andaba muy azorado porque de no entregarlo pronto se vería obligado a faltar a su clase diaria de baile con Manuela, la coneja "bailaora", y como no se aclaraba mucho con aquella dirección se vería ineludiblemente obligado a llegar tarde; con el coraje que le daban a Manuela los conejitos tardones...
Este cuento quedará abierto siempre, podreís dejar vuestros finsles siempre que queraís o podaís, Gracias a tod@s.
Hasta el momento y si no recibo más finales tengo uno favorito el cuál suberé despues de esperar un tiempo por si llegan más, la verdad que me ha asonbrado gratamente, la primera vez que hice esta propuesta el pasado año fué muy bien acojida por tod@s vosotr@s y en esta ocasión tampoco me estaís fallando, creo que además de publicar el cuento completo con el final de l@ gabador@, le haré un regalito por su esfuerzo y ser tan original pero como ya e dicho esperaré u tiempo por si llegan más y el día que lo suba ya diré de quien se trata, el regalo será entre l@ ganador@ y yo, si ell@ os lo quiere mostrar eso lo dejo en sus manos, aunque todos tienen algo muy especial que seguramente utilice para otra cosa que se me ocurra, soís unos verdader@s geni@s de la escritura.
Gracias por aceptar mis propuestas y no dejarme sola en mi juego para mi es más importante de lo que nunca podreís llegar a imaginar.
Un beso os quiero mucho, vuestra amiga, admiradora y seguidora Nati.

lunes, 23 de agosto de 2010

Gotita


-“¿A dónde vamos ahora mamá?...”El viento seguía azotando fuerte mientras el color del cielo se volvía más gris.
-“¿A dónde vamos ahora?...”
Aquella gotita era muy insistente, aunque eso no debe extrañarnos, porque como todo el mundo sabe, no hay nadie en la tierra que supere en curiosidad e insistencia a una gotita de agua sobre todo si se trata de agua de lluvia, su curiosidad puede agotar la paciencia a cualquiera.
-“Ya lo verás, no seas tan impaciente”, contestó su madre la gota de lluvia mientras le limpiaba la cara con un trocito de nube.
Había algo peculiar en aquella tarde, tal vez se tratara del gris plomizo del cielo o aquel viento tan fuerte que agitaba las gotas de agua como si fuera una coctelera gigante… o tal vez se tratara de algo nuevo.
Nuestra amiga, la pequeña gotita, no sabía de qué se trataba. Miraba y miraba alrededor pero no acababa de descubrir qué era lo que hacía distinta aquella tarde.
-“¿Qué ocurre hoy mamá?”, preguntó por fin la gotita.
-“Espera un poco, que ya llegamos”; le contestó su madre. La curiosidad de aquella joven gotita estaba creciendo por momentos. Ya había hecho muchos viajes con su madre y sus hermanas, había visto montañas y bosques, casas, rebaños y gente, hasta había visto un día la nieve, ese montón de estrellitas blancas que mamá decía que eran nuestras hermanas del norte.
Pero en aquella tarde había algo especial, algo distinto a todo lo que había visto antes.
-“¿cuánto falta?”¿Vamos a llegar pronto?”, volvió a preguntar impaciente gotita.
- “Pronto”, contestó resignada su madre.
De repente, como si de la noche se tratara, llegó la solución como las estrellas… lo nuevo, lo que no estaba antes, lo que nuestra amiga no conocía era “EL OLOR” se trataba de un olor peculiar, entre el olor a campo y a los recuerdos pasados, un olor parecido al olor del ayer, como la esencia de una tarde de otoño en la memoria. Resultaba un olor envolvente como la brisa cálida pero a la vez esponjoso como una nube.
-“¡Mamá, mamá!¿A qué huele?
-“Huele a tierra mojada”, contestó su madre mientras el viento las llevaba cada vez más y más lejos montadas sobre su nube de algodón.
A tierra mojada, pensó gotita, la tierra es esa mancha de allí abajo, que cambia de color a cada momento y se vuelve verde o marrón, rojiza o amarilla… y puede ser lisa o con rayas, que desde la altura le otorgan un aspecto mareante…
Pero: ¿Qué será mojada?, pensó nuestra cabecita inquieta.
-“Mamá, ¿Qué significa mojada?”-preguntó al momento ante la mirada de desesperación de su pobre madre- “¡dímelo!”
-“Mojada es cuando otras gotas de lluvia viven dentro de ella”, respondió su madre aunque sabía que gotita volvería a preguntar.
-“¿En ella?”, “¿quieres decir allí abajo?”... “¿y no se aburren?”,dijo nuestra amiga confirmando las sospechas bien fundadas de su madre.
-“No, no se aburren, porque entre otras cosas tienen, mucho trabajo, como alimentar, dar de beber a las flores que viven en ella, hacer que crezca la hierba… tienen mucho que hacer”.
Gotita presentía que algo iba a pasar, aquel olor tan nuevo y sobre todo aquella sensación de estar viviendo algo único no podían ser casuales. Y entonces, en un arrebato de madurez optó por primera vez en su vida por guardar silencio y disfrutar del viento y del viaje. Permaneció muda, observando todo lo que se movía a su alrededor.
Sus hermanas, las gotas de lluvia, jugaban con el viento haciendo divertidas coreografías… bien hacían la ola, o se cruzaban unas con otras bailando la polka riendo y cantando sin parar, sólo Gotita permanecía pensativa, ajena a la fiesta de las gotas de lluvia.
El viento que empujaba su nube era el viento del Sur, era muy agradable flotar sobre él porque aunque no hacía cosquillas como el viento del norte o el mistral era cálido y susurrante… mientras flotaba y se dejaba llevar por el viento escuchó una voz a su lado.
-“gotita, gotita”, dijo la voz.
Gotita se volvió y descubrió y descubrió que la voz procedía de un pájaro que estaba planeando junto a ella.
-“¡Ah! ¿Cómo es que sabes mi nombre?”,preguntó nuestra amiga a aquel extraño pájaro casi sin pararse a pensar en lo que decía.
-“Lo sé, dijo el pájaro, porque soy un pájaro adivino y vengo de la montaña azul, que conoce tolo lo acontecido y todo lo que nos traerá el porvenir…
Gotita quedó muy impresionada por aquellas palabras y miró despacio a aquel pájaro tan extraño.
Mientras le observaba meditó sobre la supuesta sabiduría de aquel ser que probablemente no mentía sobre su procedencia y aquella montaña mágica pero no tenía nada de adivino conocer que se llamara “Gotita” porque era el nombre que su madre daba a todas las gotas de lluvia.
-“¿Porqué tendría que creerte’”, dijo entonces Gotita, si todas nos llamamos igual no es raro que conozcas mi nombre.
-“Te demostraré que en verdad soy un pájaro adivino, pregúntame lo que desees y yo lo adivinaré.”
Gotita pensó que aquella era una oportunidad de oro, por fin podía estar segura de que no esquivarían su curiosidad y preparó cuidadosamente su pregunta.
-“A ver, pájaro, ¿qué es lo que va a ocurrir hoy? ¿ Porqué este olor tan especial’”- preguntó Gotita.
También el pájaro guardó silencio y se movió con parsimonia, como todos los buenos adivinos. Pasado un rato puso voz ronca, para parecer interesante, y abriendo majestuosamente el pico dijo:
“Hoy es el GRAN DÍA, el día en que abandonarás la nube en la que has vivido y te precipitarás al mar, verás entonces que en verdad soy un pájaro adivino”, dijo el pájaro cada vez más nervioso porque el viento del sur se movía más y más recio.
-“Ahora tengo que irme, suerte, joven amiga y cuidado con el maaaaaaar”, dijo el pájaro mientras se alejaba en el horizonte que se volvía cada vez más y más gris.
Entonces, ocurrió algo espantoso, su nube, la cama mudilla en la que vivió siempre con sus hermanas se partió en dos y todas ellas comenzaron a caer precipitadamente sobre una inmensa fosa de color azul distinta en todo, distinta a la tierra que ella había visto, y de la que le hablaba su madre.
Miró alrededor buscando un refugio pero ya era demasiado tarde y no había sitio donde esconderse.
Y entonces nuestra amiga cayó, con el corazón lleno de pájaros negros que le repetían una vez y otra vez…
“ VAMOS AL MAR”
“ VAMOS AL MAR”
Y gotita no quería mirar abajo para no ver a ese monstruoso devorador de gotas de lluvia al que todos llamaban: “MAR”
Ójala que aquello no hubiera pasado, ojala que estuviera junto a su madre y sus hermanas y jugando sobre su nube.
Ójala no hubiese aparecido aquel extraño olor ni aquel pájaro adivino… ahora todo estaba perdido para siempre, ¿para siempre?...
Entonces gotita conoció un sentimiento que nunca había experimentado en su corta existencia:”EL MIEDO”.
Y gotita caía y caía sobre aquella manta azul que cada vez era más y más cercana, más y más intensa.
No supo cuanto tiempo había permanecido inconsciente , pero cuando pudo abrir los ojos ya estaba experimentando esa sensación maravillosa de ingravidez. Se movía con total libertad, sin necesidad de viento alguno, sobre unos paisajes increíbles que estaban allí, el alcance de su mano, no como los que veía de lejos viajando sobre su nube…
Entonces pronunció el nombre Mágico:
-”¿MAMÁ?”.
-“Estoy aquí, gotita”, contestó una voz tierna y familiar, inconfundible para una joven gotita de agua… “estoy a tu lado”.
Aunque gotita no distinguía bien los contornos era sin duda alguna su madre quien le había hablado.
-”Mamá”, dijo entonces gotita, “he tenido mucho miedo, porque pensé que el mar nos comería y no volveríamos a estar juntas nunca más, que me alejaría de ti y de mis hermanas para siempre”.
-”cariño, le contestó su madre mientras la abrazaba, no tienes que temer al mar, porque el mar somos nosotras…”
Nadie sabe porqué el mar hace olas o mareas que se cruzan entre sí, sólo gotita conoce esos juegos, los que sus hermanas inventaron en la nube durante su largo viaje hacia el mar… si logras acercarte lo suficiente puedes escuchar miles de preguntas que una gotita inquieta lanza a los que tienen el corazón dispuesto a escucharla…
EL AMOR ESTÁ DENTRO DE CADA UN@.
Con todo mi cariño para tod@s mis seguidor@s
Un día hace ya un tiempo un “citrüeñigo blanco” me lo dedicó a mi…
Que lo disfrutéis tanto como yo.

viernes, 13 de agosto de 2010

Los seres de la luz

Hace muchos años ya, existían unos seres que eran dueños de la luz.
Estos seres eran muy felices y en su Tierra nunca había problemas, todo eran risas, juegos y buenos deseos.
Un día llegó a aquellas tierras un ser diferente, era mucho más grande que ellos y muy oscuro. Se puso en medio de ellos y comenzó a hablarles. Los dueños de la luz lo escucharon atentamente y descubrieron que tenía una cosa que pedirles… su deseo era quedarse a vivir entre ellos.
Los seres de la luz no lo dudaron, le ofrecieron su tierra, su luz y su amor al recién llegado.
Se instaló en aquel lugar y aunque al principio las cosas iban bien, los seres de la luz no tardaron en sentirse cansados, sin fuerzas. Su tierra, que siempre fue verde y fresca, comenzaba a perder su color y la luz era cada vez más débil.
Cuando los otros seres de la Tierra les pedían ayuda porque necesitaban luz, no podían ayudarlos porque no tenían luz ni para ellos y esto hacia que se sintieran muy mal… una sensación desconocida para ellos.
Sin embrago, mientras ellos se entristecían, alguien en aquellas tierras era muy, muy feliz.
Una tarde de tormenta horrorosa y vientos helados un pájaro con alas de fuego vino para avisarles; el ser oscuro os está robando la luz y no os quiere bien.
Todos entristecieron todavía más al saberse engañados e idearon un plan para echarlo de allí, pero como sin luz no tenían fuerzas, lo primero que hicieron fue pedirle ayuda al sol de poniente que sin dudarlo les regalo sus más bellos rayos.
Una vez recuperados, aunque no del todo, unieron sus fuerzas y pudieron invitar al ser oscuro a abandonar sus tierras.
Lentamente, a medida que iba alejándose todo volvió a la normalidad.

Y es que la Luz no se le puede ofrecer a cualquiera.

Con Cariño Nati.”Para tod@s mis seguidor@s”

viernes, 23 de julio de 2010

Cuentos de la Vieja Mecedora

...Ya ha pasado un año desde que os conté mi primer cuento... por eso ahora, para daros las gracias por compartir todo este tiempo de sueños y fantasía quiero mostraros éste, que resume algunos de los que os he contado a lo largo del camino...
1. El trastero


Un tímido rayito de sol se adentraba lentamente aquella tarde por las descolgadas tablas del húmedo trastero, el de la casa grande del centro de la ciudad. En su interior se balanceaba la vieja mecedora soltando, entre suspiro y suspiro, el polvo acumulado en sus patas desgastadas.
Era domingo y, como todos los domingos, los habitantes del trastero se iban acomodando a su alrededor rebosantes de emoción a la espera de que la vieja mecedora les contara una de sus muchas historias. Entonces, suspirando una vez más y haciendo toser de nuevo a todos aquellos viejos trastos empezó a decir:
- En el país de los colores se celebraba una gran fiesta, esto lo sabemos porque una niña pudo asomarse a la única ventana que tenía este país y rápidamente acudió a mi regazo para contármelo, yo he sido confidente de muchos niños y niñas y por esa razón conozco tantas historias.
La fiesta se celebraba para coronar a un color, según la importancia de lo que hubiera creado. Ese año se coronaba al color dorado por haber creado al sol. Para esta gran fiesta todos los colores se habían engalanado con lo mejor: el color rosa lucía un bello traje de gasa y en el pelo una gran pamela; el color blanco, con su gran barba y su bastón, recordaba sus tiempos jóvenes cuando una vez fue coronado por haber creado la nieve...
- ¿Qué es la nieve?,- preguntó la cómoda de caoba.
- Son como algodones menuditos que caen del cielo, - le contestó la persiana.
- Sí, sí, pero están bien fríos y te lo mojan todo. Es muy desagradable,- refunfuñaba al fondo del trastero el paraguas remendado.
- Sigue contando, sigue contando, -insistían todos.
- Bueno, ¿por dónde iba? ¡Ah sí, la fiesta! ... Los más pequeños correteaban por las calles del país, poniendo un poco nerviosa a la señora témpera que ensayaba su repetida zarzuela de todos los años. Al mismo tiempo, en otro lugar algo estaba ocurriendo... Era el carboncillo que se disponía a estropear la fiesta. Quería manchar al sol para evitar la coronación del color dorado. Mientras tanto, un difumino corría velozmente para intentar arreglar el malvado propósito del carboncillo, pero éste fue más rápido y se adentró en el jardín del arco iris con su gran capa negra. Entonces el pobre difumino sólo pudo avisar al servicio de limpieza del país de los colores. Todas las gomas corrieron a montarse en los rollos de celofán, bien preparados con sus cascos. También las ceras y los rotuladores salieron al encuentro del carboncillo.
- ¿Y qué ocurrió entonces?, - interrumpió la caja de costura que era muy impaciente.
- Pues que cuando por fin pudieron detenerlo, los más ancianos del lugar decidieron tener una larga conversación con él para intentar arreglar las cosas por las buenas, y después de haberlo escuchado atentamente, un poco avergonzados, comunicaron a todos los habitantes del país de los colores que la decisión estaba tomada. Era necesario darle al carboncillo una oportunidad para que así pudiera también crear algo y demostrar su utilidad.
- Muy buena idea,- aplaudieron los viejos juguetes-, siempre es bueno dar oportunidades.
-Y entonces el carboncillo creó algo grandioso: hizo la noche, y ante un paisaje tan bello, algunos no pudieron contenerse; el plateado creó las estrellas, el gris la luna... por lo que ese año no pudo ser coronado un sólo color sino muchos, entre ellos el carboncillo. Desde aquel día todos los colores decidieron trabajar juntos, y por eso hoy podemos ver los más bellos paisajes. ¡Ah! y el azul y el rojo se casaron y tuvieron un hijito, ¿sabes cuál?... el lila.
- ¡Cuidado!, se oyen pasos, ¡pronto!, ¡todos a su sitio!
- ¡No temáis!,- dijo aliviado el perchero-, es Rufo, el gato de la casa.
El gato se adentró en el trastero y no dijo nada, porque, como todo el mundo sabe, los gatos son unos animales muy orgullosos, y raras veces dirigen la palabra a un perchero o una silla; así que, con su paso elegante y sosegado, caminó hacia la vieja mecedora y, rodeándola, se acomodó en su regazo. Rufo también era un gato muy fiel y siempre había preferido el regazo de la vieja mecedora, aunque ahora se encontrara en aquel húmedo trastero, al de cualquiera de los nuevos sillones con los que el Señor había redecorado el salón, y, desde luego, la prefería a esa estúpida cesta con cojín en la que la Señora le obligaba a dormir junto a la chimenea. Una vez acomodado en su lugar favorito, no tardó en roncar, lo que animó a los habitantes del trastero a retomar su actividad preferida.
- Bien, chicos, podemos seguir,- dijo la ronca flauta.
- Por favor, cuéntanos la historia del hada sin voz, o la del viejo puente, que son muy bonitas, - suplicaba la gramola-. Todo el mundo sabe que las gramolas prefieren historias antiguas, porque así pueden imaginarse qué música podrían ponerles de fondo; a ésta un tango, a aquélla un pasodoble, y de esta manera consiguen emocionarse aún más con la narración.
- ¡No, ésas no!, que ya las contó la semana pasada, mejor una nueva,- decía dando grandes voces el paraguas remendado desde el fondo del trastero, bien por el placer de un nuevo relato o simplemente por llevar la contraria a los demás, que era una de sus principales aficiones.
- ¿Por qué estará siempre el paraguas de tan mal humor? ¿Es que no puede decir las cosas de otra manera?- le replicó la sombrilla de paseo.
- No siempre fue así,- dijo la vieja mecedora mientras Rufo se balanceaba en su regazo al compás de sus ronquidos-. Tendríais que haberlo conocido cuando era joven, cuando el Señor lo llevaba al trabajo cada día del invierno por si llovía, tan elegante y distinguido. Nunca se enfadaba por nada, pero ahora, relegado al olvido y al desuso es normal que se enfade a menudo.
- Pues tampoco es que se acuerden mucho de nosotros y nunca nos ponemos de esa manera,- puntualizó con voz altiva la sombrilla de paseo.
- ¿Por qué no nos cuentas algo de tu juventud?
- Sí, ¡por favor!,- dijeron al unísono las botas de montar que, como son un par, siempre lo hacen todo de dos en dos.
- Ocurrió hace tanto tiempo,- dijo la vieja mecedora-, cuando yo era sólo un trozo de madera joven y fresca. Jugueteaba con el serrín, que me hacía cosquillas, mientras las manos de un joven se deslizaban sobre mí, dándome forma. Era emocionante no saber cuál sería mi destino... Aquellas manos me redondeaban y alisaban cubriéndome de cola blanca... ¡Uf!, aún recuerdo aquel aroma ácido y fuerte... Cuando por fin me vi convertida en una bellísima mecedora, bien rústica y elegante, fui colocada en el salón, al lado del gran ventanal. ¿Lo recordáis?,- preguntó la vieja mecedora suspirando de nuevo... (Casi todos los habitantes del trastero habían estado alguna vez allí).
- Claro que lo recuerdo,- comentaba el candelabro-. Cuando estaba en el salón tenían que cambiarme continuamente las velas porque se me gastaban de tanto encenderme mientras que ahora las tengo llenas de polvo y torcidas por el calor.
- Y no había día,- suspiraba la gramola -, que no me pusieran discos y más discos, canciones y canciones con las que el Señor y la Señora bailaban en el salón; en cambio, ahora ya no recuerdo ni el sonido de mi aguja sobre un tango o un cha-cha-cha.
- Mis trabajos fueron diversos,- continuó diciendo-, di acomodo al Señor, velé los sueños de la Señora, mecí a los inquietos niños y lucí bien bella ante las múltiples visitas que venían a conocerme, pero, como todas las cosas tienen su tiempo, yo tuve el mío, y ese tiempo se terminó. Ya mis patas no tenían fuerzas y la cola se negaba a pegar. Mi mullido regazo ya no lo era tanto y todo mi cuerpo comenzó a chirriar, cosa que no agradó a los de abajo y fui desterrada a la habitación húmeda y oscura en que ahora nos encontramos. Mi vida cambió para siempre, como cambian las estaciones del año, sólo que parece que a nosotros la que nos ha tocado vivir es el invierno, un invierno sin chimenea ni estufa para calentarnos, ni el calor de las manos sobre la madera.
- ¡Qué lástima!; ¡No somos nada!,- se lamentaba la apolillada cómoda-, mientras al sofá le saltaba otro muelle entre sus cojines descoloridos y empolvados.
Y, poco a poco, mientras el rayito de sol iba cogiendo confianza y se adentraba más en el oscuro desván, la vieja mecedora se quedó dormida.
- ¿Cuáles serían los sueños de la vieja mecedora?,- se preguntaba en silencio el arcón de madera, que había compartido con ella todo aquel tiempo.
- He oído,- dijo la escalera lo suficientemente alto como para despertar a la vieja mecedora-, que mañana vendrá un camión y se llevará todos los trastos del desván porque quieren habilitarlo como habitación de invitados.
- Ya está la aguafiestas dando malas noticias,- le replicó la vieja mecedora.
- No puedo creerlo,- decía la barandilla-, ¿Y dónde llevarán todo?...
- No lo sé; eso no pude escucharlo, al basurero tal vez o harán una gran hoguera... ¿Qué importa? De todos modos sois trastos,- concluyó diciendo la malvada escalera.
De repente, en el interior del desván todos comenzaron a palidecer. Sus habitantes no volvieron a cruzar palabra aquella noche pero todos sabían muy bien del sufrimiento de los demás, y con el primer rayito de sol todos agonizaron de angustia. Era una mañana fría, pero en el húmedo trastero hacía más frío todavía. Se podía palpar el frío de los abandonados, de los que sienten que han perdido la última oportunidad, de aquellos que fueron queridos un día y ahora experimentan el abandono y la indiferencia.
- ¿Qué es ese ruido?, ¿Qué es ese ruido?,- preguntaban las botas de montar.
- Yo diría que es el motor de un camión, de un camión de mudanzas, para ser más exactos,- dijo irónicamente la escalera, mientras sus peldaños parecían esbozar una leve sonrisa.
Las miradas se cruzaban y el crujir de las maderas se hacía insoportable cuando unos hombres corpulentos con monos grises entraron en el desván y comenzaron a cargarlo todo.
- Cuidado, joven, - decía la vieja cómoda-, que yo ya no estoy para estos trajines.
Pero aquellos trabajadores no parecían sensibles a su preocupación y, uno a uno, fueron bajando por la malvada escalera a todos los habitantes del trastero que vieron desvanecerse como el humo la última oportunidad de ser readmitidos en la vivienda principal, junto a los muebles nuevos, por algún capricho de la Señora. Rufo observaba la escena con la aparente indiferencia que suelen mostrar los de su especie, aunque en el fondo sabía que nunca podría encontrar un regazo más cómodo que el de la vieja mecedora. También pudieron comprobar lo mucho que había cambiado la casa desde que los desterraron al trastero. Todo era muy distinto. Parecía otra casa. Desde luego una casa en la que estaban de más.
Una vez apilados en el camión marcharon rumbo a lo desconocido.

2. El Camión


Todo se volvió oscuro cuando aquellos hombres cerraron las puertas. Ni un tímido rayito de sol se atrevía a iluminar aquella especie de cárcel tan estrecha en la que se encontraban. El viaje fue largo y pesado. Todos estaban incómodos y muy angustiados. En el pensamiento de cada uno se podía leer: “Seremos llevados a un basurero; serviremos de combustible para una gran hoguera, nos apilaran al aire libre con otros trastos como nosotros”... Intentaban no mirarse para no angustiarse todavía más, pero cada bache, cada piedra del camino los hacía estremecer y buscar desesperadamente la cercanía de los otros.
Es posible que pasara mucho tiempo hasta que alguien se atrevió a romper aquel silencio que se había convertido en el dueño del camión:
- Por favor, cuéntanos una de tus historias,- suplicó la flauta, ahora ronca por la preocupación, a la vieja mecedora.
- Sí, cuenta algo que nos anime,- decía la gramola.
- Está bien. Os contaré la historia de alguien que también hizo un gran viaje, como nosotros; la historia de Trepo.
- Esa historia no nos la has contado nunca,- refunfuñaba el paraguas.
- Y ¿Qué más da?, No le hagas caso, por favor. Cuéntanos la historia de Trepo,- pidió el diván de raso que ahora sostenía la gramola envuelta en una manta de viaje.
- Hubo una vez un mundo,- dijo la vieja mecedora con la voz temblorosa por el miedo -, y en el mundo un país, y en el país una montaña, y en la montaña un lago con una isla, bueno era más bien una islita, porque era pequeña, llena de juncos altos y fuertes; pero en el centro de la mate de juncos había uno pequeño aún. Su nombre era Trepo. Trepo era feliz en su isla: saludaba al sol por las mañanas, aprendía a mecerse con el aire, se alimentaba del agua del lago y la tierra blanca de su pequeña isla. Hablaba con otros juncos, pero al final del día ocurría lo que más le gustaba... Con la noche llegaban sus amigas las estrellas y la luna. Sabía quien era y se sentía feliz siendo junco, con su montaña y los demás junquitos.
Pero un día llegó una mariposa de colores, muy alegre, como todas las mariposas, y presumida, como todas las presumidas, y comenzó a halagar a Trepo... Le dijo que su color era precioso, que era el junco que mejor se movía con el viento, que era el más alegre de la isla... Pero también le dijo que aquel lago era horrible, que su montaña era demasiado pequeña y sus amigos, los juncos, resultaban vulgares. Le contó que en el bosque en que ella vivía todo el mundo era más elegante y feliz y todos admirarían a un junco tan alegre y tan guapo como Trepo.
La mariposa se marchó pero los pájaros de las dudas llenaron el corazón de trepo que ya no era feliz con su lago. Su montaña ya no le parecía hermosa y no volvió a hablar con las estrellas ni la luna porque todo resultaba demasiado poco para el junco más especial de aquel país. Trepo se fue volviendo antipático y orgulloso, y decidió marcharse al bosque del que la mariposa de colores le había hablado. Atravesó el lago, la montaña y lentamente se internó en un bosque espeso y oscuro en el que, al poco rato, encontró a su amiga la mariposa de colores, que fue presentándole, uno a uno, las setas, los árboles, los animalitos... Y tal como ella había dicho, todos admiraron mucho a trepo ( entre otras cosas porque, como todo el mundo sabe, en los bosques no hay juncos, y él resultaba la planta más exótica que habían visto nunca). Pasó un día, una semana, un mes, tal vez un año, en el que Trepo se fue sintiendo cada vez más solo, porque los habitantes de este bosque se habían acostumbrado a ver a nuestro junquito, y cada vez les fue pareciendo más vulgar y menos exótico. Siempre que intentaba hablar con alguien recordaba las largas charlas con el resto de sus amigos los juncos, y lo bien que sabía el agua del lago o como brillaban las estrellas que en el bosque no podía ver nunca por las tupidas ramas de aquellos árboles.
- A mí siempre me hubiera encantado visitar un bosque,- interrumpió la sombrerera.
- ¡Calla!, ¿No ves que está muy interesante?- dijo la mesa-camilla - ¿Qué ocurrió entonces?
- Pues que entonces, solo y mustio, decidió volver a su isla; pero a medida que se iba acercando vio que el lago casi se había secado y que sus amigos los juncos estaban languideciendo de tristeza desde que se fue. Hasta su montaña parecía ahora más pequeña. Pero en cuanto Trepo ocupó su lugar, todo volvió a ser tan hermoso como antes; el lago volvió a llenarse de agua y los juncos se agitaron con el viento, las estrellas acudieron para cantarle, y la luna, como antes, lo abrazó. No había nada de vulgar en aquella isla y su lago, en aquella montaña, en aquel país o aquel mundo, y Trepo comprendió que todo aquello era importante. Desde entonces en el lago, cuando todos duermen, entre el susurro del viento se puede oír la voz de Trepo, el pequeño junco, hablando con el viento. Esto nos enseña que la felicidad está dentro de cada uno.
- Es verdad,- suspiraba la ronca flauta,- pero resulta tan difícil ser feliz sin saber a dónde nos llevan ni qué será de nosotros.
- ¿Será verdad lo que contó la escalera antes de marcharnos?, ¿Sólo quieren deshacerse de nosotros porque ya no les servimos?,- preguntaba angustiada la cómoda.
- No penséis ahora en eso. Esa escalera nunca nos ha querido demasiado, porque hubiera preferido ser la escalera del salón o de la entrada de la casa, nunca pudo soportar ser la escalera del trastero,- sentenció el reloj de cuco.
- ¿Por qué no nos cuentas otra historia?,- dijo el biombo de caña.
- Sí, eso, una que nunca nos hayas contado, -suplicaba el candelabro.
- Algo que nos haga olvidar a la malvada escalera; ¿habrá algún lugar en el que se pueda vivir sin escaleras?,- meditaba en voz alta el diván.
- Bueno, está bien,- dijo la vieja mecedora -, os puedo contar la historia de alguien que aprendió a vivir sin escaleras y, lo que es más importante, a no desalentarse ante nada, aunque pudiera parecer que lo tenía todo perdido, como nosotros ahora, a ver si así os convencéis de que si estamos todos juntos, no debemos sentir miedo, y de que la ilusión siempre vence al desaliento: Era un día de invierno, de esos que huele a Navidad y el frío empaña los cristales, cuando las narices se ponen coloradas y las manos lilas. Paseaba por aquella ciudad un aprendiz de carpintero (digo aprendiz porque nunca se domina un oficio por completo) que observaba los edificios y sus detalles; las puertas, las ventanas, los tejados... y suspiraba por llegar a ser algún día el mejor de todos los arquitectos de la madera. Pensaba: “algún día haré la puerta de una catedral o quizás las ventanas de un famoso museo” y así, soñando con las bellezas que iba a hacer llegó a su destino.
En ese preciso momento la mecedora tuvo que detener su narración porque el camión tomó una curva muy rápido y todos los habitantes del trastero, ahora del camión, se vieron bruscamente desplazados.
- ¡Qué barbaridad!, a ver si tiene más cuidado,- gritó el escritorio de nogal como si el conductor pudiese oírle...
- Eran tan bonitos los trabajos que realizaba con la madera,- prosiguió la mecedora-, que un día el rey lo llamó a palacio para hacerle un encargo muy importante. Tenía que construir las escaleras más grandiosas de la historia. Estas escaleras servirían de acceso al museo principal de la ciudad; el museo de los sueños por realizar.
El aprendiz de carpintero se introdujo en aquel maravilloso museo que aún no se había inaugurado para poder verlo y construir unas escaleras adecuadas. Recorrió salas y salas de sueños por realizar mientras pensaba en su futura gran obra... Les pondría peldaños de ocho centímetros y dibujos de dragones; el tono de la madera sería marrón rojizo o color miel, cuando, de repente, un sueño por realizar llamó poderosamente su atención. Era el sueño de un ser diminuto (que no es una persona pequeña) que nunca podía ir al cine, los teatros, los museos, hospitales sin ayuda, porque no podía subir escaleras. Algo ocurrido en el pasado se lo impedía, y eso hacía que no se sintiera feliz. Nuestro amigo se quedó muy pensativo con este sueño; tanto que estuvo pensando en él toda la noche...
Llegó el día de la inauguración y el rey se vistió con sus mejores galas y todo el pueblo estaba allí, impacientes por contemplar las majestuosas escaleras que el rey les había prometido. Pero cuál fue su sorpresa al ver que aquello no eran escaleras sino una enorme y horrorosa rampa. “Que venga inmediatamente a mi presencia el constructor de escaleras”,- dijo el rey al borde de la histeria. Cuando el joven carpintero llegó, el rey, más y más acalorado le gritó: “Cómo te has atrevido a contradecir mis órdenes...”, y él, emocionado, sólo pudo responder: “Majestad, las escaleras no son lo importante, yo he conseguido realizar un sueño”. Pero el rey, muy enfadado, lo desterró a una isla lejana, destruyó la enorme rampa y mando nuevamente a construir unas escaleras.
- ¡Qué historia tan triste! Para mí que ésta no va a animarnos en absoluto,- se quejaba malhumorado el paraguas.
- ¿Puedes dejarla terminar?, ¡Qué impaciencia! - dijo la flauta.
- El rey estaba muy contento con sus escaleras nuevas, y cada año visitaba su museo sin darle importancia a los sueños por realizar. Le divertía mucho subir y bajar sus escaleras, pero también cada año le pesaban más y aquellos peldaños se hacían más y más altos hasta que un día fueron inalcanzables para él y recordó al constructor de rampas que una vez había desterrado. Entonces avisó a sus guardias: “Pronto, buscad al constructor de rampas y traedlo a mi presencia”. Cuando los soldados llegaron a la isla, descubrieron con sorpresa que aquel lugar inhóspito e inaccesible se había convertido en la ciudad de las rampas y todos sus habitantes tenían acceso a todos los lugares sin ninguna dificultad. “Constructor de rampas”, gritaron los soldados, “el rey os reclama a su presencia”. Llegó por fin a la ciudad y el rey se llenó de alegría al verlo de nuevo. Entonces le dijo: “Creo que me equivoqué, y que los sueños son más importantes que estas estúpidas escaleras. Quiero que, de ahora en adelante seas el constructor oficial de rampas de este reino y que todas las escaleras queden abolidas”. Todavía quedan en el mundo constructores de escaleras, pero gracias a los constructores de rampas muchos sueños pueden hacerse realidad.
- ¡Ves como termina bien, aguafiestas!,- dijo la ronca flauta al paraguas que miraba en otra dirección para no darse por aludido.
- ¡Qué bonito sería un mundo sin escaleras!,- suspiraba la cómoda.
- Todas las escaleras no son iguales. Lo que ocurre es que la de nuestra casa era una envidiosa,- carraspeó la palangana que estaba algo acatarrada por la humedad.
- ¡Ya me duelen todos los huesos! ¿Dónde nos llevarán?,- preguntaba el destartalado armario.
Pero nadie podía contestarle, porque aquélla era la pregunta prohibida, la única pregunta que nunca se debe hacer a un grupo de trastos metidos en un camión con rumbo desconocido, aunque cualquier respuesta hubiera sido preferible al silencio, aquel silencio que, curva a curva, iba creciendo lentamente, llenando de nuevo los escasos espacios vacíos que quedaban entre tantos muebles apilados. Sólo había algo más insoportable todavía que el silencio dentro del camión, y era la sensación de cárcel, de ausencia absoluta de libertad, lejos de su dueño, el que un día los compró, flamantes y limpios en una tienda de muebles, aquel dueño, que antes los amó tanto y ahora los había relegado a la peor de las muertes posibles, la del olvido.
- Es terrible esta sensación de estar encerrado. Creo que no podré soportarlo ni un minuto más. Me asfixio. - Lloraba el diván.
- Nadie debería nunca pasar por esto. Recuerdo la historia de aquella niña que nos contaste en otoño. - Dijo la flauta.
- ¿Qué historia?,- dijo el perchero intentando aliviar la tensión.
- La de la princesa que quiso escapar de su palacio,- respondió la flauta.
- Está bien, está bien,- carraspeó la vieja mecedora -. Veamos. Dejad que haga memoria. ¡Ah!, sí, la historia de la princesa que quería ser rana.
- ¿Quién podría querer ser una rana? ¡Valiente tontería!,- refunfuñó el paraguas.
Pero una nueva curva desplazó a todos de nuevo; la vieja gramola casi se cayó del diván, el candelabro terminó de rayar la deteriorada madera del arcón y el paraguas estuvo a punto de perecer aplastado por la cómoda.
- Bueno, de acuerdo,- dijo el paraguas temblando por el susto - recuérdanos la historia de ese sapo.
- Rana,- rectificó la flauta.
- Sapo o rana, ¡qué más da!
- Esta es una historia de hadas, pero distinta a todas las demás,- aclaró la vieja mecedora -. En esta historia había una ciudad grande, como todas las grandes, y mágica, como todas las mágicas, y dentro de la ciudad un hermoso palacio en el que vivía una linda princesa.
Estaba rodeada de todos sus súbditos; un pequeño hombrecillo vertido de colores que saltaba continuamente a su alrededor intentando hacerla sonreír con un estúpido sombrero de cascabeles que sonaban y sonaban al compás de sus torpes movimientos, dos damas de compañía, de culo gordo y mirada distraída, que hacían de sus días un auténtico aburrimiento... Nuestra pequeña princesa suspiraba tras una de las ventanas de su hermoso palacio y soñaba que era una niña normal, jugando con otros niños, que podía comer con las manos y mancharse de barro; podía meter los pies en los charcos y llenarse la nariz con el almíbar de los caramelos. Mientras suspiraba, el pequeño hombrecillo saltaba a su alrededor irritando más y más a nuestra princesa. .. Pero: ¿Qué estaba sucediendo al otro lado de la ciudad? Otra niña soñaba con ser princesa y tener vestidos de puntillas rosas y lazos en el pelo, llevar tirabuzones y tomar finos pasteles; dar clases de francés y ser admirada por toda la corte... Y entonces, algo extraño sucedió. No sólo sus pensamientos se cruzaron, saltando chispas de mil colores, sino que sus deseos se convirtieron en realidad.
De repente nuestra princesa se encontró en medio de la gran ciudad, rodeada de niños que tiraban piedras a las ventanas de un viejo almacén. “¡Qué divertido es esto!”, pensó la princesa, y comenzó a tirar piedras a las ventanas. Tengo que decir que, para no haberlo hecho nunca, tenía muy buena puntería. Saltó en los charcos, tomó dulces, se manchó de barro, corrió, cantó y fue feliz, pero al llegar la noche, se sintió sola y perdida. Todos los niños de la ciudad volvieron a sus casas y ella vagó por aquellas oscuras calles. No tenía miedo, porque sabía que cuando el sol asomara por las montañas, todo volvería a ser como el día anterior, y jugaría, correría y no tendría que volver a soportar a sus odiosas damas de compañía, al estúpido hombrecillo y los trajes llenos de puntillas y adornos que tanto la incomodaban. Y decidió no volver a pensar en lo que un día le tocó ser, una princesa sin corona, porque, a ella, lo que le gustaba realmente era ser una rana. Es mejor ser rana y bañarse en una charca que ser princesa y hacerlo en una bañera de plata.
- Eso es lo que siempre he dicho,- dijo aliviado el diván.
- ¡Pero si tú no has visto una charca en tu vida!,- replicó la gramola.
- Lo que quiero decir es que es siempre preferible ser libre y pobre a vivir encerrado aunque se esté cubierto por un mantón de Manila,- puntualizaba el diván mientras el camión tomaba precipitadamente otra curva.


3. El Almacén


De pronto el camión se detuvo, con el consiguiente desplazamiento y choque de todos sus sufridos habitantes. Se abrieron las puertas y todo se inundó de luz. Aquello era una auténtica bendición después de tantas horas de oscuridad. Aunque al principio costó un poco acostumbrarse, era maravilloso recibir, de nuevo, la caricia del sol.
- ¡Qué bien!, por fin aire fresco,- suspiró el perchero.
- Creo que estoy mareada,- se quejaba la gramola, que ya se había caído del diván.
Subieron unos hombres con monos de trabajo y comenzaron a bajarlos de uno en uno. En la puerta de aquel almacén había un gran cártel en el que podía leerse:”Restauración de muebles usados”.
- Quizás no sea tan malo como pensaba,- dijo tímidamente el reloj de cuco, mientras uno de aquellos operarios procedía a bajarlo del camión de mudanzas.
Era un almacén limpio, ordenado, nada que ver con el cuartucho gris y empolvado en el que habían vivido hasta entonces. Con mucho cuidado los fueron colocando de forma espaciosa, para que pudieran ser observados desde cada uno de sus ángulos y apreciar con claridad el deterioro que el tiempo o el desuso habían causado en ellos.
Pasaron unos minutos, cuando un viejo artesano acompañado de dos jóvenes aprendices comenzaron a decir: “todos estos y los de el sótano son para restaurar. Los limpiaremos, encolaremos, barnizaremos y a los que tengan carcoma los curaremos”.
- ¿Para qué van a servir estos muebles?,- dijo uno de aquellos jóvenes.
- Para el Hogar de Niños de la calle Larga.
En cuanto el artesano y los aprendices desaparecieron, no pudieron ocultar su alegría y todos los habitantes del antiguo trastero comenzaron a saltar y bailar. La ronca flauta tocó una bella canción; el reloj de cuco marcó las horas felices intensamente y todos rieron sin parar.
Los artesanos los dejaron tan bonitos como recién salidos de una tienda de regalos y los colocaron el Hogar de Niños luciendo muy bellos. Allí el sol entraba sin ninguna timidez, resaltando aún más su belleza, y cada uno ocupó el lugar que le correspondía para ejercer su función lo mejor posible.
Al llegar la noche, estaban tan cansados por las emociones, que la vieja mecedora tuvo que contar otra de sus historias para que pudieran conciliar el sueño.
- Ocurrió hace mucho tiempo. En la tierra de los elfos y las hadas vivía una pareja de duendes, de esos de orejas picudas y zapatos con cascabel (los de la suerte). Estaban tan enamorados y era tan grande su amor, que desearon fuertemente tener un duendecillo o una pequeña hada. Pasó el lógico tiempo de intriga, ilusiones y miedos hasta que, por fin, nació un hada preciosa que iluminó su hogar, un roble antiguo del centro del bosque, con toda clase de risas y juegos. Transcurría el tiempo, y aquella pareja de duendes decidió darle a su hada pequeña un hermanito o hermanita, y de nuevo tuvieron un hada, igual de maravillosa que la primera, por lo que fueron eternamente felices jugando en su árbol y compartiendo la vida... Pero como no hay dos sin tres y el gusanillo de amor no les dejaba tranquilos, nuevamente, nuestra pareja de duendes, volvió a engendrar. En esta ocasión fue un embarazo distinto. Sintieron algo muy especial y su felicidad aumentaba por momentos. Estaban ansiosos por ver la carita de su próxima hada o duende, pero cuando por fin llegó el día esperado su sorpresa fue enorme, porque no llegó ni un duende ni un hada: se trataba de una personita diferente a las demás, de un ser nuevo...
- Como nosotros,- dijo emocionada la cómoda - ahora brillante por el barniz.
- No,- replicó la vieja mecedora - nosotros estamos restaurados, pero aquel era un ser totalmente nuevo y diferente a los demás. Tal vez por eso entonces los ojos de aquella pareja de duendes se llenaron de lágrimas y sus corazones se cubrieron con un velo de tristeza, porque los vecinos de su bosque no les daban la enhorabuena. Sólo sabían compadecerlos... hasta que el Espíritu de la Vida les arrancó el velo de tristeza y secó sus lágrimas; entonces, sólo entonces, se abrieron sus ojos y vieron lo increíble: habían tenido una preciosa Ninfa.
- Explícanos qué son las ninfas,- suplicó la gramola.
- Las Ninfas son seres especiales, reservados exclusivamente para duendes que miran con el corazón y merecen recibir el Amor que éstas llevan dentro, que es mucho. Por eso en la tierra de las ilusiones perdidas su llegada no se recibió bien, porque sus habitantes son incapaces de apreciar la ilusión y la eterna inocencia que vive en sus ojos. En aquel antiguo roble del centro del bosque reinó para siempre la alegría y la esperanza... Dicen que cuando parece que en la tierra ya no vive la inocencia, siempre quedan dos duendes y dos hadas que sonríen, porque saben la verdad: los ojos de su pequeña Ninfa pueden devolvérsela al mundo.
Entonces, lentamente, todos se fueron durmiendo, pensando tal vez en alguna pequeña ninfa o más bien en la enorme suerte que habían corrido después de hacer tan largo viaje. Es curioso el destino. Los que habían ocupado aquel viejo trastero de la casa grande del centro de la ciudad, apilados y cubiertos de polvo, se adormecían ahora brillantes y limpios, como recién comprados. Sólo faltaba la presencia de Rufo, aquel gato elegante que paseaba por el trastero casi de puntillas, y por supuesto la de la escalera, siempre portadora de malas noticias.
Amaneció al día siguiente. Eso no fue raro porque amanece todos los días, pero había algo que hacía distinta esa mañana a todas las demás; no era el olor de las tostadas, porque también en su antigua casa olía así justo antes de que el Señor marchara a trabajar o de que los niños se fueran al colegio con la cartera y el bocata de mortadela para el recreo, ni eran los rayitos de sol, que inundaban completamente el hogar para niños.
- ¿No notáis algo distinto esta mañana?, - preguntaba entre bostezos la gramola que había quedado preciosa con sus capas de barniz.
Pero ninguno de sus viejos amigos sabía qué contestarle. Era como si al mismo tiempo todo fuera igual y distinto que el día anterior cuando los operarios de mudanzas los estuvieron colocando y limpiando con mucho cuidado.
Ocurrió algo, en aquel momento, que les hizo caer en la cuenta de la novedad, porque tras el desayuno, todo se inundó de niños; niños que jugaban entre ellos, que se sentaban en los sillones, descalzadoras, en los antiguos pupitres de madera; niños que ponían discos en la gramola, que ya casi había olvidado su propio sonido a causa del desuso; niños que devolvían la utilidad a los antiguos juguetes, que colgaban sus ropitas en los armarios o se acunaban lentamente en la vieja mecedora murmurando, entre dientes, sus secretos y confesiones; niños que miraban ansiosos al viejo reloj esperando que marcara la hora de comer o de jugar. Ésa era en definitiva la gran diferencia, los niños y la manera especial y mágica en que los niños trataban a los antiguos habitantes del trastero. No era que nunca antes hubieran visto niños, (en su casa anterior también había niños, los hijos de los dueños) pero, tal vez por tener demasiadas cosas, o poco tiempo para jugar entre las clases de equitación y de esgrima, nunca les habían hecho mucho caso.
Por primera vez se sintieron queridos, y los niños debían sentir algo similar, porque nunca los trataban mal o porraceaban sus puertas. Aquellos viejos trastos eran únicos para los niños del Hogar de la calle Larga, como aquellos niños eran únicos para ellos. Es curioso como las horas se hacen más cortas cuando juegas con un amigo en lugar de permanecer empolvado y gris en un rincón, cómo puede cambiar el color del sol o la leve corriente de aire que se cuela por debajo de las puertas. Todo puede ser diferente; un viejo paraguas, gruñón y malhumorado, puede convertirse en la espada de un capitán pirata, una sombrilla de paseo puede ser un paracaídas extraordinario, todo puede tomar nueva vida cuando los ojos de un niño lo iluminan.
Pasó la mañana y la tarde entre risas, juegos y confidencias, y llegó la noche, pero no llena de nostalgia o temor como pasaba antes, en el camión o en aquel húmedo trastero, la noche llegó como la carta esperada del amigo o la fiesta de cumpleaños. Todos, en medio del silencio, se dispusieron a compartir su segundo día entre niños.
- Es una suerte que nos hayan traído aquí, - dijo la Vieja mecedora -, los niños no han dejado de balancearse en mi regazo ni un solo momento. Me parece que alguno de ellos ha estado a punto de contarme algún secreto.
- Si que es una suerte, - carraspeaba emocionado el paraguas que ya no estaba remendado porque le habían puesto una tela nueva -. Han estado jugando conmigo todo el día, hasta se han peleado por mí, ¡y yo que ya no recordaba el calor que producen unas manos cuando te sostienen!
- Está usted irreconocible, - le replicó, como siempre, la sombrilla de paseo - con tan buen humor, tan alegre.
- Todos estamos irreconocible, - suspiró el perchero -, yo casi no recordaba el peso de algo colgando sobre mí, ni el sentimiento de ser útil para alguien, ¡tanto tiempo pasé sólo siendo en trasto arrinconado!, ¿para qué sirve un perchero del que no se cuelga nada?
- Pues yo también estoy muy contenta, - dijo la sombrerera -, porque aunque sigo sin guardar ningún sombrero, una niña pelirroja me ha llenado con sus tesoros: una piedra mágica del río, cinco plumas de un pato amigo suyo que conoció en una casa de acogida, la foto de su actor favorito, dos gomas para el pelo y un diario.
- ¡Un diario, un diario!, - exclamó la gramola -, cuéntanos lo que ha escrito en él, igual puedo ponerle música.
- No seas cotilla, - respondió la sombrerera - un diario es un documento privado.
- ¡Hacía siglos que no lo pasaba tan bien!, - dijo el arcón de madera -. Hoy he sido una casa de muñecas, un tren, una piragua que descendía por el río y un coche último modelo, nunca hubiera creído lo que puede hacer la imaginación de in niño.
En esta conversación andaban cuando escucharon un sollozo. Era un sollozo pequeño, casi un susurro, que venía del fondo de la estancia. Un niño pequeño, de unos cuatro años, lloraba desconsoladamente por su mamá, y lo hacía como si todos los ríos del mundo se desbordaran en sus ojos.
- ¿Qué ocurre?, ¿Qué ocurre?,- preguntaron a dúo las botas de montar.
- ¡Psss!, ¡Qué os va a escuchar!,- increpó la gramola.
- Los humanos no pueden oír nuestra voz,- dijo la vieja mecedora -, este niño, como todos los del Hogar, ha perdido a su familia, por eso llora. Están tan necesitados de cariño como nosotros y hemos de tratar de animarles hasta que encuentren un nuevo hogar.
Entonces todos fijaron de nuevo sus ojos en el niño, que muy despacio, comenzó a secarse las lágrimas, como si pudiera percibir todo el amor que aquellos viejos trastos le trasmitían, porque el amor, como la gripe, se contagia y puede curar el corazón más enfermo del mundo.
- Pobrecitos, - no han tenido suerte estos niños, -suspiraba la flauta con la voz rota de emoción.
- Pero tú sabes, - sentenció la vieja mecedora - que en la vida las cosas pueden cambiar. Por muy mal que vaya todo siempre hay una esperanza para el que ama.
Sin poder explicarse muy bien por qué y como ya había ocurrido otras muchas veces, aquel niño se levantó frotando sus ojos enrojecidos, miró a su alrededor con miedo de que alguien le observara (ignorado las miradas de todos estos amigos) y comenzó a caminar por la habitación.
- Creo que se acerca. Tal vez es que él sí puede escucharnos, - dijo resoplando la ronca flauta.
- Tal vez sea que puede sentir nuestro amor, - murmuró desde el rincón el diván.
Muy despacio, el niño fue pasando sus deditos por la superficie brillante de aquellos seres recién estrenados y, uno a uno, los observó, detenidamente, como si pudiera sentir todo el amor del mundo, el que se puede acumular durante años en el olvido de un trastero, apuntaba hacia él. Todos ellos compartían su dolor, porque sabían de la soledad y sus miserias, porque el olvido puede acabar por cubrirnos como el polvo de un desván. A través del tacto de sus nuevos amigos comenzó a sentirse más tranquilo en medio de su dolor, como si se sumergiera en un baño de agua caliente.
Después de su paseo la vio, allí, en medio del salón, como una invitación a la ternura, y no pudo resistirse. Caminó hacia ella, sin la seguridad de Rufo, pero con la paz del que lo ha perdido todo y sólo quiere descansar. Ella lo acunó lentamente en su regazo ante la atenta mirada de todos que no se atrevían a interrumpir aquel momento mágico y misterioso. Al poco rato se quedó dormido.
Muy bajito, meciendo con ternura a su nuevo hijo, la vieja mecedora comenzó a susurrar: “Ocurrió hace mucho, mucho tiempo...

sábado, 26 de junio de 2010

Los habitantes de las baldosas


Todo pasaba con la normalidad que tienen los habitantes de las baldosas. Una normalidad muy pequeñita, ellos aman en pequeñito, comen poquito, hablan muy bajito y todo en su mundo es pequeñito y bajito pues tienen que pasar desapercibidos para poder vivir sin ningún peligro exterior.
Estos seres son muy diminutos, son prácticamente imperceptibles para el ojo humano, y digo casi, y digo bien, pues en esta historia que paso a contaros alguien logró verlos, asomándose a la única entrada que tenía el país y lo hizo sin ser consciente de lo que hacía.
Los habitantes de las baldosas de esta historia vivían en las baldosas de la cocina, pero pueden vivir en las del salón, los dormitorios, los cuartos de baños, el jardín… Pero dependiendo de en qué baldosas vivan así eran sus costumbres, trabajos, alimentación…
Nuestros diminutos amigos estaban recién llegados a la cocina pues anteriormente habían vivido uno en el salón y la otra en un despacho, pero al unir sus vidas se marcharon a la cocina. Estos diminutos seres tenían por nombre Peque Jo y Peca Mar y eran muy felices. El carácter de los habitantes de las baldosas es alegre, cantarín , son trabajadores natos, ordenados y muy positivos.
Pues una alegre mañana de verano Jo y Mar después de arreglar su baldosa invitaron a sus familiares a conocer las baldosas de la cocina. Estaban muy contentos porque iban a recibir visita en su hogar.
En el piso de arriba la cocinera pelaba patatas para preparar una gran tortilla que serviría junto con una sopa de comida para toda la familia. Estaba cansada, sus días eran una verdadera rutina y acababa tan agotada de cocinar y limpiar toda la cocina que no tenía nunca tiempo de sentarse a leer un buen libro, con todos los que tenían en casa. Al levantarse para lavar las patatas ya peladas se cayó justo encima de la baldosa de nuestros amigos Jo y Mar un trocito de monda de patata. La cocinera, contrariada por su torpeza, se agachó refunfuñando, pues agacharse no le gustaba nada ya que sus viejas piernas le habían jugado en más de una ocasión algunas malas pasadas al levantarse. Pudo darse cuenta que la baldosa en cuestión estaba algo movida y con arenilla. Entonces lo tuvo muy claro;
-“Por aquí tiene que haber hormigas o cucarachas”, pensó,“ prefiero las hormigas, pero cuando termine de cocinar ya veré como soluciono el problema, no quiero que mi cocina se llene de bichos” y continuó cocinando.
Jo y Mar no pudieron escuchar las intenciones de la cocinera porque sus oídos eran demasiado diminutos para escuchar a tanta distancia y prosiguieron con sus quehaceres canturreando y jugueteando.
El día pasó sin ningún contratiempo, la chica que limpiaba la casa de los que vivían arriba, limpió la cocina fregando el suelo, dando por finalizada las tareas del día, cuando esto ocurría, los habitantes de las baldosas tenían que correr unos teloncitos impermeables para que sus aposentos no se inundasen y cuando el reloj marcaba el tiempo de secado volvían a desplegarlo para que el aire y la luz entraran por las diminutas rendijas de su baldosa.
Jo y Mar estaban pensando en aumentar la familia pero querían vivir un tiempo en esta baldosa de la cocina para comprobar su seguridad, no querían precipitarse en la decisión más importante de sus vidas, y mientras esperaban el tiempo oportuno, todo transcurría con normalidad.
Los habitantes de las baldosas duermen muy poquito y siempre lo hacen apoyados uno contra otro, con las piernecitas en alto, solo utilizan un diminuto cojín ovalado para sentarse. Mientras los habitantes de arriba seguían con sus rutinas diarias, la cocinera pasaba sus días cocinando y dando de comer a todos y también escuchando las confidencias de unos y otros (es que a los seres grandes nos encanta relatar nuestros problemas y alegrías al calor de una cocina con una buena taza de café o chocolate, a ser posible acompañadas de algo para mojar).
La cocinera estaba muy triste y pensaba dejar de trabajar en la casa que tantos años había dado trabajo, cobijo y cariño tanto a ella como a su madre tiempo atrás porque las cosas habían cambiado mucho por allí y ya no se sentía bien, ni era feliz con la vida que llevaba. Pasaban los días y nunca ocurría nada nuevo. Pensaba que la vida se le escapaba entre aquellas paredes. Nunca había visto el mar, ni había viajado, solo cocinaba, cuidaba de los pequeños y escuchaba los problemas de los otros trabajadores y las quejas de los dueños. Todo eso la estaba sumiendo en una profunda tristeza, necesitaba conocer otros lugares y sentir que su vida servía para algo más que freír pescado o escuchar problemas mientras intentaba leer la novela que tenía abandonada por falta de tiempo. Aquella tarde estaba dispuesta una vez terminada sus tareas hablar, primero con sus compañeros y después con sus jefes… pero ocurrió algo que lo cambió todo.
Pululando por la cocina, tropezó con la baldosa una vez más y decidió levantarla. Al hacerlo no podía dar crédito a lo que sus ojos creyeron ver y corrió al despacho del Señor a coger el juego de lupas y las utilizo una por una y al llegar a la de mayor aumento, entonces pudo comprobar con asombro que allí vivía una familia;
-“ Pero…. es imposible”, pensó,” son diminutos” y al inclinarse para intentar localizarlos pudo darse cuenta que había dos seres allí dentro y que estaban preparando una bonita fiesta. Tan absorta estaba mirando aquel fascinante mundo que se olvidó de que podía verlos sin utilizar la lupa y escuchando unos pasos que se acercaban cerró de un golpe la baldosa.
Cuando los niños salieron de la cocina, la cocinera asegurándose de no ser interrumpida volvió a abrir la baldosa en cuestión para poder ver a aquellos pequeñísimos seres. Y así lo hizo, quedándose nuevamente embelesada.
Estaba muy sonriente observando a aquellos diminutos seres cuando un tímido rayito de sol la sorprendía con el nuevo día .
-“Uff” , había pasado toda la noche mirando dentro de la baldosa y se le había pasado el tiempo sin darse cuenta, aquellos pequeñitos habitantes de la baldosa tenían algo especial que la hacían sentirse muy feliz con tan solo mirarlos y comenzó a preparar los desayunos de la casa canturreando como hacía ya años que no lo hacía.
Los días pasaban y la cocinera no dejaba pasar ninguno sin visitar a los habitantes de la baldosa de su cocina, sentía que desde que lo hacia sus días eran mejores su carácter había cambiado, estaba más positiva, más alegre y todo lo veía con una mirada más optimista.
Esa tarde, cuando estaba asomada, pudo ver como por una minúscula escaleritas de cuerdas se deslizaban otros seres muy pequeñitos y todos se besaban y abrazaban intercambiando regalos y cariño. Esbozó una risita de alegría que sin saber cómo fue escuchada por aquellos pequeños que con asombro miraron a la cocinera que trataba de esconderse para no asustarlos. Cuando Jo la vio le preguntó que si hacía mucho tiempo que estaba allí. La cocinera no podía dar crédito, podía escucharlos y algo nerviosa respondió que días y noches.
-“Pero… en mi mundo eso es mucho tiempo”, dijo Jo.
La cocinera pidió disculpas por haber sido descubierta fisgoneando pero entonces mar se apresuró a decirle que no pasaba nada, que ella ya no podía ser peligrosa para ellos porque si podía escucharlos era porque su corazón se había transformado y había absorbido toda la energía positiva que desprendían. Pero que debería tener cuidado pues si alguien de la casa descubría su hogar correrían verdadero peligro. La cocinera los tranquilizó y prometió no ser tan curiosa y estar siempre muy atenta a aquella baldosa para que nunca tuviesen problemas.
Su vida dio un giro tan grande que decidió quedarse en la casa pues ahora tenía una pequeña familia a la que cuidar y proteger de los riesgos exteriores.
Y gracias a estos seres pequeños pero de grandes sentimientos y mayor corazón empezó a ser feliz y a valorar las cosas pequeñas que en realidad son las que te llevan a hacer las cosas grandes.
Ah!.. Cuando friegues, escurre bien la fregona y no dejes charcos puedes inundar las casas de los seres diminutos