domingo, 27 de marzo de 2011

La habitación de la abuela


Todo se iluminaba tímidamente al encenderse la luz de la habitación blanca (ahora pintada de un fuerte color rosa). Las bombillas eran de bajo voltaje y pasaban unos minutos hasta que se iluminaba aquella mágica sala. Muchos sueños se habían soñado en ella, muchos cuentos se habían escrito, cantidad de historias se habían vivido allí . Sus paredes guardaban muchos secretos, solo confesables a la luz de una vela con la voz entrecortada de su vieja dueña. Nena fue en su niñez y juventud una persona amable de carita redonda y regordeta, con la melena de una ninfa, del color del fuego(del que calidece, pero no quema). Siempre quiso tener una habitación donde contar sus historias, transformándolas en cuentos ilustrados (por su inseparable compañero) pero tenía mucho que hacer y gente a quien cuidar. Un día, estando en la madurez de su vida, llegó a ella una ráfaga de luz. Después de mucho pensarlo, supo que aquella ráfaga era su “hada madrina”, siempre estuvo segura de ello. Como todo lo que la rodeaba era mágico, lo que ocurrió por aquellos días fue también muy, muy especial. Comenzó a escribir sus cuentos, aquellos que dejó olvidados en el tiempo. El hada que ahora acompañaba sus días y noches, le dio el empujón que ella necesitaba, le creó un camino largo y bello que solo terminaría cuando ella misma decidiera, sus sueños comenzaron a hacerse realidad. Sus historias siempre las dedicó a los demás y por este motivo daba lo mejor de ella en cada frase, cada cuento llevaba un trocito de su corazón. El paso del tiempo apagó sus cabellos de fuego, hizo que temblaran sus seguras manos y su gran imaginación quedó bloqueada. En la habitación blanca se encontraba un gran armario, donde la abuela guardaba todos sus cuentos en una bonita caja de madera, ahora los utilizaba para dormir a sus nietos y deleitar a los niños que la visitaban. Eran sus más preciados recuerdos de una vida, vivida feliz. Pero una mañana soleada, como todas las soleadas y alegre como todas las alegres, cuando las flores estrenan trajes de los más hermosos colores, la abuela nos dejó. Dejando su esencia en la habitación blanca, para que todos los contadores de cuentos y todos los escuchadores puedan disfrutar de sus recuerdos, de esta manera sigue viva entre nosotros. Hoy soy yo, quien duerme en esa habitación, más llena de sueños que nunca. He podido comprobar que mi imaginación vuela a lugares donde la abuela me había llevado con sus cuentos, mi hijo duerme en mi regazo al calor de una historia con pinceladas de huellas creadas en el tiempo. A la Abuela que nunca pude disfrutar pero que mi corazón de niña siempre quiso y aun hoy busco en mis sueños

A las mías y las de todo el mundo, con cariño.

Nati-Marzo-2011.

viernes, 11 de marzo de 2011

EL BAÑO DE CARLOTA

Todas las mañanas la misma canción; Carlota llegaba tarde al cole porque no terminaba su aseo diario, una vez más salió a toda prisa sin haberse lavado la cara.
Carlota era una niña muy despierta, alegre, trabajadora… pero no le gustaba nada, nada lavarse, odiaba tanto esa tarea que siempre que podía no la hacía.
Pasaron noches, tardes, inviernos, primaveras y Carlota seguía sufriendo sus días de baño, como todos los sufridores de baños.
Estaba muy ocupada ensayando su papel de Princesa para la obra de teatro que se iba a representar en su colegio en la clausura del curso, cuando escuchó la voz de su madre que la llamaba para su baño diario. Carlota, lejos de obedecerla, alzó la voz y continuó ensayando su preciado personaje.
Faltaban tan solo dos días para finalizar el curso y eso suponía el estreno del teatro.
Carlota estaba muy nerviosa y entusiasmada porque esa tarde tenía que ir con sus compañeros a la última prueba de los trajes.
Ese día despidieron la clase de gimnasia con una complicada tabla rítmica que a todos les hizo sudar por el gran esfuerzo realizado, mas los nervios acumulados por la tensión de que en tan solo en un par de días iban a representar su obra.
Al llegar a casa, Carlota ayudó a su abuela a plantar bulbos en el jardín, una tarea que le encantaba a la pequeña, después de comer ayudó a su hermano a terminar un mural que tenía que entregar para la fiesta de fin de curso. Lo pasaron realmente bien pero terminaron pintados enteros ya que el mural había que pintarlo con los pies y las manos, entre risas y bromas hicieron una obra espectacular.
Llegó la hora de ir a la prueba de vestuario, su madre al ver su cara y sus manos dio un grito de espanto y mandó a la niña a darse una ducha rápida, diciéndole que al volver se lavaría el pelo, pero Carlota, lejos de obedecer tan solo abrió la ducha, así hacia creer a su madre que tomaba la ducha y simplemente lavó su cara, sus manos y se vistió, quedando debajo de su ropa todo el sudor, manchas de pintura y restos de tierra del jardín. Como su ropa estaba limpia, solo puso colonia sobre su cabeza y manos y así consiguió pasar la prueba de la mirada de su madre sin problemas.
Durante el camino no paró de saltar, correr, desobedeciendo a su madre que insistía una y otra vez que permaneciese quietecita a su lado.
Cuando llegaron a las pruebas, los sentaron por orden de vestuario para aligerar el trabajo de la modista y sus ayudantes, todos permanecían sentados, todos menos Carlota que al más mínimo descuido de su madre se removía por toda la habitación.
Después de mucho ajetreo llegó el turno de Carlota, la modista mandó quitarse la ropa detrás de un biombo , cuando apareció delante de la modista, su madre creyó desmayarse de la vergüenza al ver las manchas que su hija llevaba por todo el cuerpo, acompañado de un desagradable olor mezclado con un chorro de colonia que lo hacía más desagradable,
La modista quería dejar la prueba para otro día pero era consciente que eso no era posible e improvisaron un baño para ella.
Su madre no tenía palabras para regañar a la niña, su vergüenza la había quedado muda.
Llegó el día del estreno, todos incluida Carlota aparecieron radiantes, la cosa pintaba bien y su madre dio un suspiro de tranquilidad.
Poco, le duró esa tranquilidad a su madre por qué en el momento que perdía su zapato en la obra, Carlota mostraba como si de otro personaje se tratase, su dedo gordo que sobresalía de su medias, quedando una vez más en ridículo a todos los que tenían un vinculo con ella, pero lejos de avergonzarse Carlota saludó al público haciendo un gracioso gesto con su dedo muy orgullosa…

Y es que los baños son muy queridos por algunos niños pero también odiados por otros.
A todos los sufridores de baños para que les cojan el gustillo al agua y sus beneficios, les dedico este cuento con todo mi cariño.

Besos Nati.