Hoy les contaré la historia de un pez muy poco común.
Glu era de un color
naranja metalizado muy bonito, vivía en un hermoso lago rodeado de las
criaturas acuáticas más diversas y era muy feliz.
En ese lago también había un árbol, en sus comienzos no fue
más que una planta acuática que crecen en el fondo de los lagos, pantanos,
charcas…, pero con el tiempo se convirtió en un majestuoso árbol, de un color
verde intenso.
Glu siempre buscaba la compañía del árbol, le gustaba
enredarse entre sus ramas, sus hojas suaves y largas… muy largas que lo
desplazaban sin el menor esfuerzo de un lugar a otro.
Cada año subía el caudal del lago gracia a las lluvias
generosas que las nubes dejaban caer en él.
Así pasaron primaveras y veranos, noches y días.
Pero ocurrió que un año llovió poco, al año siguiente menos y
al otro menos aún con lo que el lago comenzó a secarse apresuradamente. Todas
las criaturas que lo habitaban fueron arrastradas por las pequeñas corrientes que quedaban en el lago hacía ríos
vecinos y algunos llegaron hasta el mar, qué bello lugar el mar, ese era el
sueño de la mayoría… pero Glu tenía una unión con aquel árbol que le impedía
dejarlo y se aferró a su tronco.
Glu estaba llamado a morir porque su árbol no podía
proporcionarle agua, elemento imprescindible para su existencia.
El árbol estaba muy preocupado y todos los días intentaba
convencer al pez para que se marchara y lo dejara, cosa que el pez no estaba
dispuesto a hacer. Un día de repente llovió de forma torrencial y todos los
amigos de Glu que aún no se habían marchado comenzaron a huir hacia el mar arrastrados
por las nuevas corrientes. Todos le gritaban a Glu para que los acompañase,
sabían que era su última oportunidad y que un pez no puede sobrevivir junto a
un árbol pero Glu subió hacia la copa de aquel árbol y se aferró a él.
De manera milagrosa el árbol con ayuda de sus largas ramas
consiguió crear un clima con la suficiente humedad para que Glu pudiera vivir y
así fue como pez y árbol no se separaron jamás.
Las aguas del lago descendieron de nuevo y, cuando el lago
fue reducido a la nada, en su lugar quedó una pequeña hondonada seca en la que
se podía ver vislumbrar desde muy lejos un árbol verde con un rayo naranja que
alumbraba entre las hojas de su copa.
Esta es la historia más pura entre un pez y un árbol.