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Era de esos días que el sol calidece las almas, cuando su preciosa carita irrumpió de repente para alegría de todos. Sus padres no lo dudaron, su venida fue tan mágica que su nombre sería Hada.
Pasaron inviernos y veranos, noches y días, Hada crecía feliz entre artesanos, malabaristas y gente muy especiales. Hada había tenido mucha suerte, había nacido en una familia que no solo amaba la naturaleza si no que también sabían disfrutar de ella. Todas las tardes sus padres iban con ella al campo, así Jara, su perro, podía correr y quemar toda la energía acumulada durante el día, la pequeña era muy feliz con la brisa que acariciaba su carita, le encantaba perderse entre las amapolas y la lavanda, mientras su madre la observaba tejiendo lindas coronas de margaritas silvestres que Jara destrozaba siempre que intentaba olerlas.
Algunas noches su padre montaba una tienda de color azul y la pasaban mirando al firmamento, Hada siempre se dormía escuchando el murmullo de los pajaritos y el suave silbido del viento que traía aromas a libertad.
Un día vino el viento del sur y trajo a las hermanas siniestras, el invierno se instaló de repente en el corazón de mamá y papá. Hada, aunque pequeña, notaba que las cosas no iban bien.
La alegre habitación de mamá se tornaba triste y oscura cada vez más a menudo, las risas y cantos se estaban enmudeciendo y hasta la brisa y las flores del campo habían palidecido.
Pero Hada pidió un deseo y lo hizo desde sus sueños de niña inocente, pero poderosos por que se piden sin condiciones.
Pidió un dedal para que el dolor no duela y que lo inmenso los abrazara como el mar… y al despertar el viento del sur se había marchado, llevándose con él a las hermanas siniestras y en su lugar dejó un reloj que marcaba las horas en re que son las horas felices.
Y así sus padres construyen un nido donde vivir eternamente juntos.
Porqué todo lo que se desea con la inocencia de un niño se consigue.
Para Hada, la personita que alivia y distrae las oscuras horas de los mayores.
Con mucho cariño Nati del Barco.
2011.
Pasaron inviernos y veranos, noches y días, Hada crecía feliz entre artesanos, malabaristas y gente muy especiales. Hada había tenido mucha suerte, había nacido en una familia que no solo amaba la naturaleza si no que también sabían disfrutar de ella. Todas las tardes sus padres iban con ella al campo, así Jara, su perro, podía correr y quemar toda la energía acumulada durante el día, la pequeña era muy feliz con la brisa que acariciaba su carita, le encantaba perderse entre las amapolas y la lavanda, mientras su madre la observaba tejiendo lindas coronas de margaritas silvestres que Jara destrozaba siempre que intentaba olerlas.
Algunas noches su padre montaba una tienda de color azul y la pasaban mirando al firmamento, Hada siempre se dormía escuchando el murmullo de los pajaritos y el suave silbido del viento que traía aromas a libertad.
Un día vino el viento del sur y trajo a las hermanas siniestras, el invierno se instaló de repente en el corazón de mamá y papá. Hada, aunque pequeña, notaba que las cosas no iban bien.
La alegre habitación de mamá se tornaba triste y oscura cada vez más a menudo, las risas y cantos se estaban enmudeciendo y hasta la brisa y las flores del campo habían palidecido.
Pero Hada pidió un deseo y lo hizo desde sus sueños de niña inocente, pero poderosos por que se piden sin condiciones.
Pidió un dedal para que el dolor no duela y que lo inmenso los abrazara como el mar… y al despertar el viento del sur se había marchado, llevándose con él a las hermanas siniestras y en su lugar dejó un reloj que marcaba las horas en re que son las horas felices.
Y así sus padres construyen un nido donde vivir eternamente juntos.
Porqué todo lo que se desea con la inocencia de un niño se consigue.
Para Hada, la personita que alivia y distrae las oscuras horas de los mayores.
Con mucho cariño Nati del Barco.
2011.