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Todo se iluminaba tímidamente al encenderse la luz de la habitación blanca (ahora pintada de un fuerte color rosa). Las bombillas eran de bajo voltaje y pasaban unos minutos hasta que se iluminaba aquella mágica sala. Muchos sueños se habían soñado en ella, muchos cuentos se habían escrito, cantidad de historias se habían vivido allí . Sus paredes guardaban muchos secretos, solo confesables a la luz de una vela con la voz entrecortada de su vieja dueña. Nena fue en su niñez y juventud una persona amable de carita redonda y regordeta, con la melena de una ninfa, del color del fuego(del que calidece, pero no quema). Siempre quiso tener una habitación donde contar sus historias, transformándolas en cuentos ilustrados (por su inseparable compañero) pero tenía mucho que hacer y gente a quien cuidar. Un día, estando en la madurez de su vida, llegó a ella una ráfaga de luz. Después de mucho pensarlo, supo que aquella ráfaga era su “hada madrina”, siempre estuvo segura de ello. Como todo lo que la rodeaba era mágico, lo que ocurrió por aquellos días fue también muy, muy especial. Comenzó a escribir sus cuentos, aquellos que dejó olvidados en el tiempo. El hada que ahora acompañaba sus días y noches, le dio el empujón que ella necesitaba, le creó un camino largo y bello que solo terminaría cuando ella misma decidiera, sus sueños comenzaron a hacerse realidad. Sus historias siempre las dedicó a los demás y por este motivo daba lo mejor de ella en cada frase, cada cuento llevaba un trocito de su corazón. El paso del tiempo apagó sus cabellos de fuego, hizo que temblaran sus seguras manos y su gran imaginación quedó bloqueada. En la habitación blanca se encontraba un gran armario, donde la abuela guardaba todos sus cuentos en una bonita caja de madera, ahora los utilizaba para dormir a sus nietos y deleitar a los niños que la visitaban. Eran sus más preciados recuerdos de una vida, vivida feliz. Pero una mañana soleada, como todas las soleadas y alegre como todas las alegres, cuando las flores estrenan trajes de los más hermosos colores, la abuela nos dejó. Dejando su esencia en la habitación blanca, para que todos los contadores de cuentos y todos los escuchadores puedan disfrutar de sus recuerdos, de esta manera sigue viva entre nosotros. Hoy soy yo, quien duerme en esa habitación, más llena de sueños que nunca. He podido comprobar que mi imaginación vuela a lugares donde la abuela me había llevado con sus cuentos, mi hijo duerme en mi regazo al calor de una historia con pinceladas de huellas creadas en el tiempo. A la Abuela que nunca pude disfrutar pero que mi corazón de niña siempre quiso y aun hoy busco en mis sueños
A las mías y las de todo el mundo, con cariño.
Nati-Marzo-2011.