
Os contaré una historia sobre mis amigas las hadas; cuando yo tenía cinco años tuve mi primer encuentro con ellas, era verano y yo paseaba por el bosque que había detrás de la casa de mi abuela cuando pude descubrirlas en los árboles, concretamente en un roble muy anciano. Los robles tienen unas ramas muy gruesas y a las hadas les encantan para columpiarse.
Llevaban a modo de sombrero un pequeño fruto de color rojo y sus mangas simulaban hojas en tonos verdes y dorados para camuflarse. Siempre estaban jugando y tirando frutos a los caminantes, pero yo guardaba silencio para poder escuchar sus pequeñas carcajadas. Deliberadamente dejaban pequeñas muescas en los troncos de los árboles para que las otras hadas supieran que estaban allí. Mi amiga Clara, mi mejor amiga de la infancia, no pudo pasar aquel verano conmigo porque estuvo enferma pero yo dedicaba cada día un buen rato para dibujarle una a una las hadas que iba encontrando y así ella pudiera ser partícipe de aquel verano mágico.
En otra ocasión, mientras observaba atentamente una ladera llena de flores pude descubrir las hadas de las flores, todas llenas de pétalos, moviéndose tan rápido que apenas podía distinguirlas, pero dejando un rastro de pequeñas huellas para que el resto de las hadas pudieran seguirlas…cuando distinguí entre ellas al hada amapola me fui corriendo a casa para dibujarla.
Junto al lago, puse los cinco sentidos para poder encontrar las maravillosas hadas acuáticas pero solo pude distinguir el polvo de hadas que habían dejado. Realmente emocionada por mis descubrimientos al llegar a casa se lo conté a mi abuela, ella no se sorprendió, había vivido junto al bosque toda la vida, pero me aconsejó que como costumbre, al terminar la merienda dejase siempre unas miguitas en el plato porque no hay cosa que les guste más a las hadas que los pedazitos de tarta.
Así fue transcurriendo el verano, dibujando hadas, dejando miguitas en el plato que misteriosamente desaparecían… pero en Septiembre regresé a la vida normal.
Llevaban a modo de sombrero un pequeño fruto de color rojo y sus mangas simulaban hojas en tonos verdes y dorados para camuflarse. Siempre estaban jugando y tirando frutos a los caminantes, pero yo guardaba silencio para poder escuchar sus pequeñas carcajadas. Deliberadamente dejaban pequeñas muescas en los troncos de los árboles para que las otras hadas supieran que estaban allí. Mi amiga Clara, mi mejor amiga de la infancia, no pudo pasar aquel verano conmigo porque estuvo enferma pero yo dedicaba cada día un buen rato para dibujarle una a una las hadas que iba encontrando y así ella pudiera ser partícipe de aquel verano mágico.
En otra ocasión, mientras observaba atentamente una ladera llena de flores pude descubrir las hadas de las flores, todas llenas de pétalos, moviéndose tan rápido que apenas podía distinguirlas, pero dejando un rastro de pequeñas huellas para que el resto de las hadas pudieran seguirlas…cuando distinguí entre ellas al hada amapola me fui corriendo a casa para dibujarla.
Junto al lago, puse los cinco sentidos para poder encontrar las maravillosas hadas acuáticas pero solo pude distinguir el polvo de hadas que habían dejado. Realmente emocionada por mis descubrimientos al llegar a casa se lo conté a mi abuela, ella no se sorprendió, había vivido junto al bosque toda la vida, pero me aconsejó que como costumbre, al terminar la merienda dejase siempre unas miguitas en el plato porque no hay cosa que les guste más a las hadas que los pedazitos de tarta.
Así fue transcurriendo el verano, dibujando hadas, dejando miguitas en el plato que misteriosamente desaparecían… pero en Septiembre regresé a la vida normal.
Años más tarde, cuando volví a pasar una larga temporada con mi abuela me reencontré con mi vieja habitación y los dibujos que había hecho sobre las hadas y aquella noche salí a buscarlas, me parecía increible haber olvidado durante tanto tiempo aquella experiencia Al principio solo pude distinguir las estrellas y la luna inmensa sobre las copas de los árboles, pero aguardé en silencio y algo diminuto, muy parecido a una luciérnaga se acercó peligrosamente a mi cara…mi primera reacción fue darle un manotazo, pero enseguida comprendí que se trataba de un hada nocturna de las que reflejan la luz de las estrellas de un lado a otro. Esa misma noche volví a escribir a Clara para contarle que la magia había regresado a mi vida.
En poco tiempo recibí un paquete de parte de Clara en la vieja oficina de correos, con una nota que decía:
“Recuerdo el verano en el que me hablaste de tus hadas por primera vez, tus dibujos fueron un alivio en mi enfermedad y con el tiempo yo también logré verlas, pero ahora creo que me estoy haciendo mayor porque no consigo distinguirlas entre las hojas de los robles, ni entre las amapolas del campo. Te mando mis herramientas de búsqueda para devolverte el favor que un día me hiciste.
Tu amiga:
Clara "
Junto a la nota me envió su lupa, dibujos que hizo de las diferentes huellas de hadas que se pueden encontrar, un frasco con agua del pantano en el que suelen revolotear y pequeñas ramitas y hojas para que recordara sus colores y sus camuflajes.
Así que, aquí sigo buscando hadas. Incluso mi amiga Clara ha retomado la búsqueda, así que, si crees en ellas y observas en silencio y despacio a tu alrededor estoy segura que las verás.
Clara "
Junto a la nota me envió su lupa, dibujos que hizo de las diferentes huellas de hadas que se pueden encontrar, un frasco con agua del pantano en el que suelen revolotear y pequeñas ramitas y hojas para que recordara sus colores y sus camuflajes.
Así que, aquí sigo buscando hadas. Incluso mi amiga Clara ha retomado la búsqueda, así que, si crees en ellas y observas en silencio y despacio a tu alrededor estoy segura que las verás.