Como todas las tardes Hada Luna corría para terminar su merienda e irse a jugar con sus amigos, jugaban con las bicis a corretear por las calles y a saltar en cualquier cosa que fuera lo más parecido a un charco, reían y reían con la inocencia dibujada en sus caras. Lo que más le gustaba en el mundo a nuestra pequeña Hada Luna era beber en las fuentes y a veces lo repetía en tantas ocasiones que terminaba con dolor de tripa y tenía que marcharse a casa cuando el juego estaba más interesante. Cuando llegaba, su madre, con solo mirarla, ya sabía que algo no iba bien, pero lejos de interrogarla esperaba pacientemente a que ella le contara lo sucedido. Hada Luna no siempre lo hacía pero su madre siempre adivinaba. Tras la ducha y la cena tenía que irse a dormir con cara de “no es justo” por ser pequeña, no pasaba ni un minuto sin que se escuchara: “Tengo sed” a lo que su padre respondía: “es muy tarde, anda, duérmete”. Y por la mañana parecía como si todas las fuentes de su ciudad estuvieran en su cama…
-“Mamá, mamá, me lo he vuelto a hacer en la cama”.
-“Mamá, mamá, me lo he vuelto a hacer en la cama”.
Su madre con cariño le explicó que no podía beber de todas las fuentes y menos por la tarde. Hada Luna, sonrojada prometía en vano no volver a hacerlo más, pero el problema crecía con ella, y ya no solo se levantaba mojada sino que a veces volvía del cole abochornada por que el pipí se había escapado…y sus compañeros y amigos se habían reído de ella. “pero mamá”, decía Hada Luna desesperada; “cuando me río no puedo evitarlo, se me escapa sin querer”. “Pues tienes que ir más a menudo al baño, hija, si no esto se convertirá en un problema cada vez más difícil de solucionar”.
Hada Luna siempre tomaba en cuenta los consejos de su madre pero en esta ocasión no podía remediar desobedecerla porque cuando jugaba estaba muy entretenida haciendo una actividad que le gustaba, le daba tanta pereza ir al baño y aguantaba tanto que cuando encontraba el momento de ir ya era demasiado tarde.
Un día se preparó un viaje en el colegio y Hada Luna ilusionada pidió permiso en casa para ir y como a sus padres les pareció buena idea comenzó a preparar su mochila, serían tres días maravillosos en el campo, haciendo todo tipo de actividades, durmiendo en tiendas de campaña, bañándose en lagunas naturales y comiendo juntos al aire libre. Y llegó el gran día, sus padres la acompañaron a buscar el autobús que les llevaría a su destino y todo comenzó a discurrir según lo había planeado hasta que al llegar a la tienda por la noche recordó que no había parado de beber en toda la tarde, había bebido aún más en la cena y junto al fuego de campamento. “Me pondré el pijama y me meteré en el saco de dormir”, pensó, e intentaré no quedarme dormida, aunque sabía que con el cansancio que arrastraba eso resultaría casi imposible, la pobre se veía ya por la mañana despertándose empapada y con la tienda oliendo a pipí.
Pero al buscar su pijama en la mochila encontró la solución; su madre le había metido unas braguitas-pañales super- absorbentes por lo que pudo dormir plácidamente toda la noche sin miedo al ridículo y disfrutar plenamente del campamento.
Pero pasó tanto miedo pensando en las risas de sus compañeros que desde ese día dejó la pereza a un lado y decidió obedecer a su madre.
Querido niño, sí, tú que te escondes detrás de tus gafas, no eres el único que mojas la cama o llegas mojado a casa, si tienes paciencia y obedeces a tu mamá todo se arreglará tarde o temprano…nuestra amiga Hada Luna ya no ha vuelto a venir mojada y es muy feliz. Cuando creas que las cosas te ocurren a ti sola, o a ti solo, mira a tu alrededor y comprobarás que la mayoría de las cosas que te asustan nos han ocurrido a casi todos.
Con todo mi cariño para los niños que un día mojaron sus sueños.
Hada Luna siempre tomaba en cuenta los consejos de su madre pero en esta ocasión no podía remediar desobedecerla porque cuando jugaba estaba muy entretenida haciendo una actividad que le gustaba, le daba tanta pereza ir al baño y aguantaba tanto que cuando encontraba el momento de ir ya era demasiado tarde.
Un día se preparó un viaje en el colegio y Hada Luna ilusionada pidió permiso en casa para ir y como a sus padres les pareció buena idea comenzó a preparar su mochila, serían tres días maravillosos en el campo, haciendo todo tipo de actividades, durmiendo en tiendas de campaña, bañándose en lagunas naturales y comiendo juntos al aire libre. Y llegó el gran día, sus padres la acompañaron a buscar el autobús que les llevaría a su destino y todo comenzó a discurrir según lo había planeado hasta que al llegar a la tienda por la noche recordó que no había parado de beber en toda la tarde, había bebido aún más en la cena y junto al fuego de campamento. “Me pondré el pijama y me meteré en el saco de dormir”, pensó, e intentaré no quedarme dormida, aunque sabía que con el cansancio que arrastraba eso resultaría casi imposible, la pobre se veía ya por la mañana despertándose empapada y con la tienda oliendo a pipí.
Pero al buscar su pijama en la mochila encontró la solución; su madre le había metido unas braguitas-pañales super- absorbentes por lo que pudo dormir plácidamente toda la noche sin miedo al ridículo y disfrutar plenamente del campamento.
Pero pasó tanto miedo pensando en las risas de sus compañeros que desde ese día dejó la pereza a un lado y decidió obedecer a su madre.
Querido niño, sí, tú que te escondes detrás de tus gafas, no eres el único que mojas la cama o llegas mojado a casa, si tienes paciencia y obedeces a tu mamá todo se arreglará tarde o temprano…nuestra amiga Hada Luna ya no ha vuelto a venir mojada y es muy feliz. Cuando creas que las cosas te ocurren a ti sola, o a ti solo, mira a tu alrededor y comprobarás que la mayoría de las cosas que te asustan nos han ocurrido a casi todos.
Con todo mi cariño para los niños que un día mojaron sus sueños.