Hubo una vez un mundo, y en el mundo un país, y en el país una montaña, y en la montaña una lago con una isla, bueno, más bien era una islita pequeña y blanca llena de juncos altos y fuertes; pero en el centro de la mata de juncos había uno más pequeño aún, su nombre era Trepo.
Trepo era feliz en su isla: saludaba al sol por las mañanas, aprendía a mecerse con el aire, se alimentaba del agua del lago y la tierra blanca de su pequeña isla.
Hablaba con otros juncos, pero al final del día ocurría lo que más le gustaba... con la noche llegaban sus amigas las estrellas y “papá Dios”. Sabía quién era y se sentía feliz siendo junco, con su montaña y los demás junquitos.
Pero un día llegó una mariposa de colores, muy alegre, como todas las mariposas, y presumida, como todas las presumidas, y comenzó a halagar a Trepo...
Le dijo que su color era precioso, que era el que mejor se movía con el viento, que era el más alegre de todos los juncos... pero también le dijo que aquel lago era horrible, que su montaña era demasiado pequeña y sus amigos, los juncos, resultaban vulgares. Le contó que en el bosque en que ella vivía todo el mundo era elegante y feliz y todos admirarían a un junco tan alegre y tan guapo como Trepo.
La mariposa se marchó pero los pájaros de las dudas llenaron el corazón de Trepo que ya no era feliz con su lago, su montaña ya no le parecía hermosa y no volvió a hablar con las estrellas ni con “papá Dios” porque todo resultaba demasiado poco para el junco más especial de aquel país .Trepo se fue volviendo antipático y orgulloso y decidió marcharse al bosque del que la mariposa de colores le había hablado.
Atravesó el lago, la montaña y lentamente se internó en un bosque espeso y oscuro en el que, al poco rato, encontró a su amiga la mariposa de colores que fue presentándole, uno a uno, las setas, los árboles, los animalitos... y tal como ella había dicho todos admiraron mucho a Trepo (entre otras cosas porque, como todo el mundo sabe, en los bosques no hay juncos, y él resultaba la planta más exótica que había visto nunca). Pasó un día, una semana, un mes, tal vez un año en el que Trepo se fue sintiendo cada vez más solo porque los habitantes de aquel bosque se habían acostumbrado a ver a nuestro junquito y cada vez les pareció más vulgar y menos exótico. Siempre que intentaba hablar con alguien recordaba las largas charlas con el resto de sus amigos, los juncos, y lo bien que sabía el agua del lago o como brillaban la estrellas que en el bosque no podía ver nunca por las tupidas ramas de aquellos árboles.
“Papá Dios” era el único que estaba aún con él pero había una densa capa de orgullo rodeando su corazón que lo volvía impermeable al susurro de “papá”.
Y entonces, sólo y mustio, decidió volver a su isla, pero a medida que se iba acercando vio que el lago casi se había secado y que sus amigos los juncos estaban languideciendo de tristeza desde que se fue, hasta su montaña parecía ahora más pequeña. Pero en cuanto Trepo ocupó su lugar todo volvió a ser tan hermoso como antes; el lago volvió a llenarse de agua y los juncos se agitaron con el viento, las estrellas acudieron para cantarle y “papá Dios”, como antes, le abrazó. No había nada de vulgar en aquella isla y su lago, en aquella montaña, en aquel país o en aquel mundo y Trepo comprendió que todo era importante y que Dios sabe de cada pequeño pajarillo que muere.
Desde entonces en el lago, cuando todos duermen, entre el susurro del viento se puede oír la voz de Trepo, el pequeño junco, hablando con “Papá”.
Trepo era feliz en su isla: saludaba al sol por las mañanas, aprendía a mecerse con el aire, se alimentaba del agua del lago y la tierra blanca de su pequeña isla.
Hablaba con otros juncos, pero al final del día ocurría lo que más le gustaba... con la noche llegaban sus amigas las estrellas y “papá Dios”. Sabía quién era y se sentía feliz siendo junco, con su montaña y los demás junquitos.
Pero un día llegó una mariposa de colores, muy alegre, como todas las mariposas, y presumida, como todas las presumidas, y comenzó a halagar a Trepo...
Le dijo que su color era precioso, que era el que mejor se movía con el viento, que era el más alegre de todos los juncos... pero también le dijo que aquel lago era horrible, que su montaña era demasiado pequeña y sus amigos, los juncos, resultaban vulgares. Le contó que en el bosque en que ella vivía todo el mundo era elegante y feliz y todos admirarían a un junco tan alegre y tan guapo como Trepo.
La mariposa se marchó pero los pájaros de las dudas llenaron el corazón de Trepo que ya no era feliz con su lago, su montaña ya no le parecía hermosa y no volvió a hablar con las estrellas ni con “papá Dios” porque todo resultaba demasiado poco para el junco más especial de aquel país .Trepo se fue volviendo antipático y orgulloso y decidió marcharse al bosque del que la mariposa de colores le había hablado.
Atravesó el lago, la montaña y lentamente se internó en un bosque espeso y oscuro en el que, al poco rato, encontró a su amiga la mariposa de colores que fue presentándole, uno a uno, las setas, los árboles, los animalitos... y tal como ella había dicho todos admiraron mucho a Trepo (entre otras cosas porque, como todo el mundo sabe, en los bosques no hay juncos, y él resultaba la planta más exótica que había visto nunca). Pasó un día, una semana, un mes, tal vez un año en el que Trepo se fue sintiendo cada vez más solo porque los habitantes de aquel bosque se habían acostumbrado a ver a nuestro junquito y cada vez les pareció más vulgar y menos exótico. Siempre que intentaba hablar con alguien recordaba las largas charlas con el resto de sus amigos, los juncos, y lo bien que sabía el agua del lago o como brillaban la estrellas que en el bosque no podía ver nunca por las tupidas ramas de aquellos árboles.
“Papá Dios” era el único que estaba aún con él pero había una densa capa de orgullo rodeando su corazón que lo volvía impermeable al susurro de “papá”.
Y entonces, sólo y mustio, decidió volver a su isla, pero a medida que se iba acercando vio que el lago casi se había secado y que sus amigos los juncos estaban languideciendo de tristeza desde que se fue, hasta su montaña parecía ahora más pequeña. Pero en cuanto Trepo ocupó su lugar todo volvió a ser tan hermoso como antes; el lago volvió a llenarse de agua y los juncos se agitaron con el viento, las estrellas acudieron para cantarle y “papá Dios”, como antes, le abrazó. No había nada de vulgar en aquella isla y su lago, en aquella montaña, en aquel país o en aquel mundo y Trepo comprendió que todo era importante y que Dios sabe de cada pequeño pajarillo que muere.
Desde entonces en el lago, cuando todos duermen, entre el susurro del viento se puede oír la voz de Trepo, el pequeño junco, hablando con “Papá”.
La felicidad está dentro de cada uno.
Que imaginacion y sensibilidad tienes para dar atus cuentos un toque tal rebosante de fantasia...y al mismo tiempo tan cercano a los problemas que todos los humanos sentimos a nuestro alrededor....consigues que la realidad sea mas suave y menos dura, o al menos soportable !!!! gracias Nati un abrazo
ResponderEliminarNati queria decirte que cuando puedas pasate a recoger un premio "especial" llamado Marikita Perez que es un homenaje a la lectura...es una forma de agradeceros vuestra presencia con la cual me siento con fuerza y ganas de seguir en esta andadura "bloguera" salu2 cariñosos Begoña
ResponderEliminarMuy bonita la historia, ya que nadie sabe apreciar lo que tiene alrededor hasta que lo pierde, menos mal que, como siempre, tu logras poner un broche final felíz.... besos
ResponderEliminarNati,mi niña. Ayer estaba agotada. Estuve pintando un piso, y cuando llegue a casa no tenía ganas de nada, solo de estirarme.
ResponderEliminarBueno reina, que te voy a decir, me alegras con tus cuantos, siempre tan bonitos y sensibles, y como en los cuentos siempre tienen una moraleja. Es cierto que con la constumbre por desgracia dejamos de valorar lo que tenemos. Por eso es necesario tener personas que nos bajen los pies al suelo y demos gracias por lo que tenemos.
Besitos guapa.
Hola Nati., gracias por visitar mi blog. me he quedado prendada de estos hermosos cuentos. Tu fantasía la narrativa la forma como redactas nos trasladas a ese mundo de fantasía.
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